Monday, November 26, 2012

Capítulo 5: La trenza.


En la taberna todo eran mujeres muy femeninas, charlando animádamente entre ellas, como loros sin descanso, como si en un momento u otro una ley les fuera a impedir hablar para el resto de sus vidas. Entre las mujeres existen varios grupos de coexistencia: todo mujeres, una mesa repleta de risitas y de recuerdos de romances que todas comparten sin vergüenza, a la vez que alguna que otra anécdota divertida de sus días de colegio se escapa de sus delicadas bocas; mujeres y un solo hombre: aplíquese todo lo anterior añadiendo el adjetivo “gay” al hombre que las acompaña; una ­mesa mitad hombres y mitad mujeres, o lo que es lo mismo, mitad mujeres, mitad pagafantas; y, por último y no por menos importante, la tía solitaria entre un grupo de hombres, esa típica tía que todo le importa una mierda y que sus ovarios pesan más que las palabras que ella pueda pronunciar.

La chica en la qué se había fijado se encuadraba en aquél último grupo: morena, pelo corto, extrovertida y sin pelos en la lengua. Su risa resonaba en todo el local como si aquellas carcajadas fueran la música que daba la bienvenida al más allá de lo físico, a una quimera que se respiraba en aquél otro mundo de cervezas y canciones. La vio abrazarse a una chica muy femenina, y ella sonrojándose...¡Coño, como un príncipe entre sus brazos, con todo el arrojo!

Se acercó a aquella mesa de varones, blandiendo una cerveza y una sonrisa.

-Perdonad...¿Podría sentarme con vosotros? Es mi primera vez aquí y he venido sólo.

Aquello no era del todo verdad, pero sí era la primera vez que se dirigía a alguien de aquella forma tan directa. Estaba hasta las narices de su nuevo trabajo, hasta las narices de traducir todo lo que le venía al rostro, teniendo la misma sensación que un boxeador que evita un golpe certero.

-Me llamo Forali, ¡Encantada! Y estos se llaman...bla bla bla...bla bla bla.

-¡Encantado! Me llamo Líon – Forali y el resto, el resto y Forali.

Hablar en el idioma de Palaus después de 5 días de traducir y traducir en otros idiomas, era una bendición.

-Oye...¿Sabes decir “puta guarra” en Asiran?

Él alzó una ceja.

-¿Por?

-Dime...¿Lo sabes decir?

-Agura mertra – contestó, encogiéndose de hombros.

Entonces la joven menuda de cabellos cortos se dirigió a una chica de otra mesa con las mismas palabras que Líon le acababa de traducir: era una chica Asiran. Le había robado el novio, y ella le había usado como traductor. En fin, si aquello le hacía sentir feliz adelante, pero él, en aquel momento, se sentía como una mierda.

Toques en el hombro, sonidos deshechos, ecos de susurros. Dibujó una parábola con sus brazos, tratando de apartar las manos que le acosaban. No iban a aprovecharse más de él, no, nunca más. Prefería la soledad, mil veces más.

-¡Líon, mikko taru ivvato! Mikko taru ennya akattafa?!

Abrió los ojos, parpadeando repetidamente. Estaba tumbado en una cama bien mullida, lo sentía en su espalda, en la forma suave en qué todo giraba a su alrededor. Su cerebro volvió a procesar aquellas palabras e instantaneamente lo tradujo al Palosen, como si de repente el río hubiera vuelto a su cauce natural.

-¡Líon, ya te has despertado! ¿Ya te sientes mejor? - tradujo él, del Maliana.

Vio a una jovencita de cabellos rubios, a su lado, sus ojos que eran dos océanos, dos ventanas abiertas de par en par a unos mares de un azul casi desconocido. Unas ventanas con cortinas hechas de párpados tan delgados que el estornudo de un mosquito los hubiera arrancado de cuajo. Su corazón dio un salto mortal desde los montes más altos del temblar de sus sentimientos. Aclaró la vista: no, no era la jovencita de cabellos cortos, de energía infinita, capaz de tragarse a un Agujero Negro.

Se enjuagó los ojos. 

Durante unos segundos no supo ni quién era aquella criaja. Luego, su memoria volvió con todo su peso y se instaló por todo su cuerpo, como si un elefante le hubiera trepado por la espalda. Un elefante muy cabrón.

-Mmmh, hola. ¿Qué? ¿Dormiste bien? - le dijo a la chica, incorporándose sobre la silla de agua, enjuagándose los ojos con sus dedos índices. Le había hablado en un excelente Maliana.

-Nyula sé... (Estás llorando...)

-Wo? (Qué?)

Se palmó las mejillas con atención y, efectivamente, unos gruesos lagrimomes caían sin remedio desde sus ojos que, en aquél momento, estaban absolutamente insensibles.

-Mari to kola sé... (Cosas de los sueños...)

-¿Quieres una sorpresita de buena mañana? ¡Enciende la televisión!

Rió, divertida, mientras se sentaba sobre él sin ningún pudor: camiseta manga corta y bragas. El pene de Líon aulló involuntariamente. Sus delgadas y blanquecinas piernas se balanceaban sobre su regazo, sin darle tiempo a improvisar una huída digna de un adulto.

-Si así es cómo despiertas a tus novietes de instituto, a tu padre o a tu hermano, me la repanpinfla. Pero yo no soy ni tu padre ni tu hermano mayor. Anda y quítate de encima - dijo con voz ronca y ya en su idioma materno - Necesito un café bien cargado y no, no miro la televisión. Ni cine. Prefiero vivir a observar, es mucho más emocionante.

-¿Te has puesto a la defensiva porque te he visto llorar? - le preguntó, maliciosa, en un Palouen muy primitivo, arrastrando las palabras.

-Bájate de aquí o te tiro de la nave.

-¡Esa nave no es tuya, es de mi padre!

-No veo a tu padre por ningún lado - como si se tratara de una gata, la agarró por debajo de las axilas, la levantó desde su regazo y, entre tentativas de manotazos y patadas, la depositó en el suelo - Si tu padre tiene que aguantarte cada día, me compadezco de él. Menos mal que seguramente tiene mucho trabajo fuera de casa.

-¡Oye! ¿Quién te crees que soy? ¡Soy la hija de un embajador! Me siento dónde me da la gana.

Líon se encogió de hombros.

-Por mí como si te sientas encima de la boca de un cocodrilo, pero sobre mi polla no vuelvas a hacerlo.

-En fin...¡Enciende la tele!

-¿Qué diablos pasa con la tele?

-¡Desde que me he despertado no paraban de hablar de lo mismo! ¡Ponla, ponla!

Se llevó una mano en la frente. Si tenía que soportar a aquella chica unos días más, pediría que le crionizaran para así despertarse cien años más tarde.

-Está bien, maldita sea - conectó su sinapsis con la artificial de la nave y un olograma azulado con forma cuadrada de 1x1 metros apareció "de la nada" ante ellos, ocupando la parte central de la nave - Noticias de Palaus, cualquier cadena me va bien. Selección aleatoria.

Un gallinero repleto de personas, que habían substituido a las gallinas váyase uno a saber por qué razón. Esto fue lo que Líon vio reflejado en el olograma.

-¡Oh Líon, ahora una tertulia! ¡A ver si vuelven a hablar de nosotros!

-¿De...nosotros?

-Espera y verás.

En aquél momento, aquellas cacatúas insoportables hablaban sobre el romance supuestamente secreto entre un ex-gogó de discoteca y una mujer famosa con mucho dinero. ¡Qué nivelazo! Aquellas palabras, si es que se podían llamar así, rodeaban su aparato auditivo, y después de un tiempo deambulando por los oscuros conductos de sus oídos finalmente salían disparadas hacia afuera, expulsadas por un “me importa una mierda”.

-¿De verdad debemos perder el tiempo viendo esta porquería?

-¡Ahora, ahora!

De repente, el presentador, un hombre ya bien entrado en una penosa cuarentena bañada en un bar de bottox y otras calamidades “estéticas”, decidió que era momento de cambiar de tema con un enervante gritito que hizo que a Líon le entraran ganas de lanzarse al vacío del espacio.

-¡Yyyy ahora, queridos amigos, vamos a hablar de la misteriosa desaparición de la hija del embajador de Maren – de repente, detrás de la mesa de tertulia y en un gran olograma, apareció la inmaculada cara sonriente de la chica, una mirada que era muy distinta de la qué él había visto en ella: solamente transmitía inocencia, alegría y despreocupación. Era como si le hubieran echado una foto justo cuando empezaba a jugar con sus amigas a saltar la comba, o a cualquier otro juego ridículo “para chicas” como entrelazar las manos o tumbarse en una cama de noche, en un campamento, con la amiguita de turno para contarse sus historias para no dormir, sobre rumores, chicos y enamoramientos.

Eso fue lo que más le llamó la atención a Líon, la diferencia que había entre la persona real y la persona que se mostraba en pantalla, o al menos por lo que llevaba conocido de ella.

-¿Secuestro o fuga por amor? - preguntó el presentador, con toda la intencionalidad del Universo.

-Si no conociéramos a Líon Ronell como ya le conocemos por aquí, diría que es un secuestro – dijo una de aquellas gallihumanas, soltando unas risotadas exageradas – Pero el testimonio de la chica aquella de 15 años, y luego todas esas llamadas de jovencitas contando sus “affaires” con él...en fin, todo un casanova para las chicas de su edad.

Risotada general del público junto con un número bastante importante de silbidos y de “buuhs!” varios.

¿Testimonio de una chica de 15 años? ¿Un alud de llamadas de chicas de la misma...edad? ¡No me jodas que las Asari se habían puesto todas de acuerdo en “denunciarle” por no querer de ellas más que una noche de coito! ¡Todas aquellas chicas, además, eran mayores de edad!

El karma de las narices.

-Vaya...estás hecho un ligón, Líon – dijo entre risitas la chica, propinándole un amago de codazo en el estómago – Mucho les debes gustar para qué te guarden tanto rencor...

-¿Pero qué diablos...?

Unas cuantas cacareadas más tarde, en aquel monstruoso olograma apareció una foto de Líon bastante borracho, saliendo de lo qué parecía una exclusiva sala de fiestas, agarrado de la cintura con dos mujeres vestidas de una forma muy ligera y pertenecientes a un honrado y ancestral gremio, el más antiguo de todos, tan antiguo como la humanidad misma. ¡Jamás había ido a aquél tipo de fiestas! ¡Ni por todos los tesoros piratas del mundo hubiera ido! ¡Era un montaje!

-¡La madre que los parió! ¡Han trucado una foto y además están violando mi intimidad a través de ella!

-¡Oh, pero eso es normal! Estos programas son así. No te preocupes, pronto se olvidarán del tema y pasarán a otra cosa...

Líon dio un puñetazo en la mesa de control. Su cuerpo temblaba de los pies a la cabeza, convertido en un recipiente de carne invadido por una rabia incontrolable.

-¡No voy a permitir esto! ¡Lo van a pagar caro esos hijos de puta!

-¿Y qué harás?

Se levantó y le dio una sonora patada al fuselaje de la nave, que solamente le sirvió para que su pie se revolviera de dolor.

-¡Nada! ¡Ya lo sé! ¡No puedo hacer una mierda!

La chica se encogió de hombros. Para ser tan joven, se estaba tomando aquella situación con un sorprendente temple.

-Los famosos e hijos de famosos ya tenemos asumido que algún día saldremos en esos sitios.

-¿No te preocupa lo que tu familia pueda pensar de todo esto, o qué?

-No – se sentó sobre la mesa de mando y cruzó las piernas, alzando la cabeza con orgullo, los ojos cerrados.

-Vaya, entonces te da igual todo. Al cuerno con las consecuencias. Típico de una chica de tu edad, supongo.

La chica abrió los ojos y le propinó una mirada cargada de desprecio que no se dirigía a él, sino a la situación en la qué se hallaban.

-¿Qué consecuencias? No pienso volver ni a mi casa ni a Palaus. Voy a empezar una vida nueva lejos de todo. Estoy harta.

-¿Ah sí? ¿Y con qué medios?

Ella enrojeció ligeramente, pero sin dejar de adoptar aquella pose.

-Lo tengo todo pensado, algo surgirá seguro.

Líon se sentó junto a ella y la miró con tal seriedad e intensidad que a ella casi se le cortó la respiración. Su presencia tenía un magnetismo tan potente que costaba soportarlo. Era la primera vez que ella le veía así. Abrió la boca, pero no le salió sonido alguno.

-He contactado con mis cuentas bancarias en Palaus y me las han bloqueado todas – dijo Líon, con una voz tan oscura que parecía sacada de las profundidades abisales – Tengo un fondo de reserva guardado en un banco virtual, pero es poca cosa. Estoy bien jodido. Lo sabes, ¿Verdad?

-¡Cl...claro que sí! Pero si no...

-Dinero por tu cuenta no tendrás. Quiero decir, todos tus caprichos te los habrá pagado tu padre, digo yo. Vamos, suele ser lo normal en estos casos.

Ella frunció el ceño, sintiendo como una ola de calor se acumulaba, de forma alarmante, en su rostro.

-¡M...me las apañaré sola! ¡Déjame en paz!

Líon esbozó una sonrisa sarcástica y, rebuscando en uno de sus bolsillos, sacó un cigarrillo de Kishka que ya estaba liado y se lo encendió.

-¡No fumes dentro de la nave! ¡Fumar es malo!

-Peor que estar contigo aquí dentro encerrado, no hay nada. Fumar es el menor de mis problemas ahora mismo.

-¡Vete a la mierda! - visiblemente enojada y avergonzada se bajó de la mesa de mandos y se fue andando hacia el centro de la sala, dándole la espalda.

-Mira, te voy a dejar las cosas bien claras – dijo Líon, sin arrugarse ningún segundo (ya estaba más que acostumbrado a las chicas protestonas) – Yo no puedo volver atrás, tú sí. Lo tienes todo allí: familia, amigos, dinero. No eches tu vida a perder por un simple impulso. Estoy en problemas muy serios y no quiero entrometerte en ellos. ¿Entiendes?

Ella no contestó, sin ni siquiera darse la vuelta.

-Acabo de contactar con un amigo...o mejor dicho, un conocido que está metido en unos negocios algo...brumosos, por decir algo. Regenta una nave a unos 2 U.A (dos veces la distancia entre el Sol y la Tierra) de aquí* y ya me ha dado las coordenadas. Conoce mi comprometida situación y está dispuesto a darme cobijo por un tiempo – su discurso parecía el de un político: directo, conciso y cálido – Una vez lleguemos allí, yo me bajaré en la nave y tú volverás a casa, diciendo que yo te secuestré. Y no te preocupes, me importa un rábano lo que piensen de mí. Total, ya no podré volver. Activaré el piloto automático para que la nave te lleve de vuelta al lugar que tú me digas.

Silencio. Más silencio. Se giró y observó los hombros de la chica, temblando y moviéndose de arriba a abajo. Un sollozo apagado, dos sollozos, tres. Vaya...por unos instantes se había olvidado que aquella chica, en verdad, se trataba de una niña. ¿La había tratado con demasiada dureza? ¿Había hablado de una forma demasiado adulta? No, era mejor dejar las cosas claras desde el principio.

Se acercó a ella por detrás y le acarició un hombro de forma paternal. Su sonrisa, ahora, denotaba tristeza y un poquito de arrepentimiento por su falta de tacto y modales.
Justo cuando sus dedos entraron en contacto con el hombro de ella, la chica rompió a llorar de forma sonora, como si de repente un terremoto hubiera destrozado el dique que contenía las aguas de un lago que quería desbordarse hacia otras tierras, de forma natural.

-¡N...ni siquera me has preguntado cómo me llamo! - dijo de forma entrecortada, tratando de abrirse paso entre su propio llanto.

Era una niña. Una niña que empezaba a preguntarse cosas. Una niña perdida que empieza la etapa más dura de cualquier ser humano: la adolescencia. Esa etapa en qué buscamos respuestas y reivindicamos nuestro lugar en el mundo. Y si no podemos reivindicarlo, al menos empezamos a buscar ese lugar, como un arqueólogo en busca de respuestas en templos misteriosos y desconocidos.

-Si no dejas de llorar, te voy a llamar Nyüle (*llorica en Maleni).

-¡Eres un tonto! - se giró hacia él, su cara contraída por el llanto, ojos rojos y unos moquitos colgando de su nariz. Sí, era una niña - ¡Me llamo Kreta! ¡Kreta!

Líon se sacó un pañuelo limpio de uno de los bolsillos interiores de su cazadora y se lo ofreció a la niña.

-Límpiate los mocos, Kreta – le rogó con una dulce sonrisa, pellizcándole una mejilla. Ella se sonó, sin ya fuerzas para hacerse la ofendida ni para rechazarle – Kreta...¿eh? Como la isla de Creta. Bonito nombre.

-¿Q...qué? - preguntó con voz nasal, sin quitarse el pañuelo de la nariz.

-Ven. Vamos a relajarnos un poco.

---------------


Habiendo ya sincronizado la posición de ambas naves, Líon dejó que el navegador se encargara de todo con el piloto inteligente-automático. Luego se dirigió al dormitorio, de la mano de una todavía aturdida Kreta y lo reconvirtió en un mirador acristalado de 180 grados, con vistas a la mitad del cielo nocturno. Ambos se tumbaron en la cama, en silencio, como si hubieran entrado en una especie de trance.

-Oye... - la chica rompió el silencio, hablando en su rústico Palouen – Me gustaría fumarme uno de esos cigarrillos.

-Vaya. ¿No decías que odiabas el humo?

-Sólo lo dije para hacerte enfadar.

Líon, que se hallaba tumbado con ambas manos tras la nuca, dejó escapar un largo y tendido suspiro que parecía dirigido hacia las estrellas, galaxias y nebulosas más que hacia nada que estuviera ocurriendo dentro de sí mismo ni en su alrededor.

-En otras condiciones me hubiera negado, pero ahora mismo me la resbala todo, o casi todo – dijo, sonriendo en la oscuridad y sacándose un cigarrilo de Kishka del bolsillo. Lo encendió con un movimiento mecánico y, poco después, le pasó el “cilindrito de la risa” como le llaman en Palaus, a la joven – Fúmatelo con calma.

-Kuza – agradeció ella.

Al cabo de 5 minutos fumando silenciosamente (es un decir, porque durante las primeras caladas había tosido como una posesa) a Kreta empezaron a entrarle ganas de preguntarse cosas sobre cualquier tema que se le ocurriera. Líon se sintió afortunado que, en vez de eso, no le hubiera dado por reir como una loca, lo cual solía ser la reacción más normal de alguien no acostumbrado a fumar.

-Oye...¿Tu crees en la existencia de vida inteligente aparte de nosotros?

-Llevamos cientos de años preguntándonos lo mismo, pero yo soy de la opinión que, si existe, hay dos opciones: o aún no han podido viajar a través de agujeros de gusano o no tienen interés alguno en visitarnos. Sin embargo, yo soy de la opinión que no existe vida inteligente más allá de los humanos. E inteligente tendría que ponerlo entre comillas.

Kreta se incorporó, apoyando la espalda contra la pared y estirando las piernas, como una gata perezosa.

-Pero al tener naves capaces de viajar a la velocidad de la luz...¿No podría existir la tecnología de congelar o crionizar a los astronautas para que pudieran llegar a estrellas más lejanas?

-Existir podría existir, pero no interesa – dio una larga calada y sonrió de forma algo amarga – A los políticos y empresarios les interesa hacer negocios mientras estén vivos, jamás piensan a largo plazo. Un viaje así se alargaría cientos o miles de años, y cuando llegaran allí, a ese sistema lejano, quizá aquí ya no quedaría nadie. De hecho, al paso que vamos, en breves volveremos a dejar ese planeta como dejamos a Origen, a la Madre: totalmente destrozada y desertizada.

-Y tampoco interesa invertir en la tecnología que permita crear agujeros de gusano.

-Nah, demasiado costoso y arriesgado. Como ya he dicho, los empresarios solo piensan en conseguir ingresos inmediatos y con garantías de éxito.

-Bah...qué asco da todo.

-La humanidad siempre ha dado asco. Es cuestión de acostumbrarse al olor a mierda. Me gusta compararlo con alguien que vive al lado de un procesador de basura: al principio no soporta el olor, le dan arcadas, pero al cabo de tres días ya ni lo huele.

Kreta estalló en carcajadas y a partir de ahí sintió cómo si su estómago tuviera un resorte que evitaba que parara de reír.

-¡Ay, ay! ¡Que me muero! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

-Eso suele ser la reacción de muchas después de echarles un polvo.

-¡Basta! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Basta!

-¿Ves? Esto también me lo suelen gritar mucho.

La niña le dio una puntada de pie en la pantorrilla y sintió que por momentos le faltaba el aire por culpa de aquél ataque de risa. Unos lagrimones empezaron a escurrirse por sus mejillas, mezclándose con la humedad del llanto que las había regado 20 minutos antes. Entre risitas ya no tan histéricas, adoptó la posición de cuchara contra el compacto y robusto cuerpo del traductor y empezó a acariciarle el pecho. En otras circunstancias Líon se habría apartado, pero en aquellos momentos no tenía ganas de arrasar aquella atmósfera de felicidad que se había instalado en la habitación.

-Líon. ¿Me encuentras atractiva?

-Sí - respondió escuetamente.

-A mí me encantas.

-Lo sé. Gracias.

Kreta volvió a soltar una luminosa risotada.

-¡Pero cómo puedes ser tan soberbio! “Lo sé, gracias” - le imitó, con voz grave – Si yo fuera tu novia te bajaría esos humos bien rápido. Yo también tengo mucho éxito, entre los chicos. Y entre algunas chicas.

-Kreta...¿Por qué quieres huír de tu casa?

El rostro de ella se ensombreció, como si su firmamento interior se hubiera cubierto de nubes que amenazaban tormenta.

-Si me cuentas algunas cosas de tu vida íntima, yo te contaré cosas sobre la mía. Sino, no pienso contarte nada.

-Hoy por mí, mañana por tí. ¿Eh? Bonita filosofía.

Kreta desvió los ojos y su mirada se quedó fija en el vacío.

-Cuando era muy pequeña mis padres se divorciaron, y desde entonces, he estado viviendo con mi padre – Kreta apartó la mano del pecho de Líon, y se volvió a tumbar boca arriba, su mirada fija en las estrellas – Llevo 8 años sin apenas verle. Siempre está de viaje y yo me quedo en casa con mi hermana mayor, que se pasa el día saliendo con novios varios. Por eso cada vez que puedo, y eso ocurre pocas veces, acompaño a mi padre en sus viajes a Palaus. En definitiva, casi siempre he estado sola. Me hago la comida, la cena, el desayuno, la colada, voy al colegio, ; todo lo hago sola.

-El dinero no lo es todo. ¿Verdad?

-Mi padre es un buen hombre, nunca me ha tratado mal ni me ha negado nada. Pero estoy cansada de estar siempre sola, esto es todo. ¿Crees que es agoísta por mi parte?

Líon suspiró, profundamente, como queriendo llenar la habitación con su propio aliento.

-A mi edad ya no necesito compañía estable, pero estar solo es muy duro, y a tu edad es mucho peor. La frontera entre el egoísmo y la necesidad es muy fina, y a veces ni se distingue.

Kreta se puso de lado, mirando directamente el rostro pétreo de Líon, con una mano posada en su mejilla.

-¿No te gusta la compañía?

-Si no me gustara no sería traductor. ¿No crees? - sonrió, devolviéndole una cálida sonrisa.

-Pero prefieres estar solo.

-No es que lo prefiera, es que lo necesito. Viene a ser como la necesidad de respirar, beber o comer. Cuando uno se siente a gusto en su propia soledad, se da cuenta que puede ser uno mismo. No hacen falta máscaras ni promesas vacías. Una vez te sientes en paz contigo mismo, eres capaz de ser más abierto con los demás. No sé si me explico...es complicado.

Kreta le dio otra calada a la Kishka y soltó el humo por la nariz, sin dejar de observarle, fascinada.

-Vamos, que no quieres comprometerte con nadie.

-Exacto.

-Eso es un poco egoísta.

-Lo sé – se encogió de hombros, abriendo su sonrisa y, de repente, pareció que una idea se había cruzado en su camino. Los ojos le brillaron como relámpagos – Oye, ¿Quieres que te haga una trenza? Me encanta tu pelo.

-¿E...eh? - aquello la pilló por sorpresa.

Líon sonrió, divertido.

-No pienses cosas raras. Simplemente  me encantan los cabellos de mujer. A mi madre y a mis primas les hacía siempre las trenzas. Y a todas las demás que se dejan, también.

-Estás como una cabra – dijo, algo sonrojada, desviando su mirada hacia un lado. El poder de la presencia de Líon, en aquellos momentos, era casi insoportable – Yo...no estoy acostumbrada a esas cosas.

-A eso no, pero sí que sabes restregar pollas con el pie o con el culo, entre otras cosas – la miró con el ceño fruncido, simulando estar enfadado.

-¡No! ¡Eso es distinto! - hizo un puchero con los labios - ¡Pero qué malo eres!

Él siempre había pensado que hacerle unas trenzas a una chica le ayudaba a conciliar tres sentimientos que, en su interior, se encontraban más arraigados que un bosque repleto de raíces que contaban sus años por milenios. Entraba en un nirvana que cantaba, con profundos y dulces tantras, una oda hacia su gran pasión: las mujeres.
Líon se había colocado tras la chica y, con gran concentración y dedicación, había empezado a trenzar sus largos y dorados cabellos como si se tratara de una obra de arte. Kreta empezó a soltar cortos y casi imperceptibles gemidos.

-¿A tu padre le gusta la historia Antigua de Origen?

-Ti...tiene muchos libros de esto – masculló, arrastando las palabras – Pero a mí no me interesan, prefería leer otras cosas. M...me encanta...tus manos son...aah.

-Creta fue una de las primeras grandes civilizaciones que existieron – seguía tejiendo aquellos sedosos cabellos mientras hablaba – Una pequeña isla con palacios repletos de colores: pinturas de delfines, bailarines y damas engalanadas. Un pueblo sin murallas, pues no las necesitaban. Un crisol de culturas se arremolinaba en sus calles que besaban un mar que tuvo muchos nombres. Aquella cultura desapareció de la noche a la mañana, sin que aún hoy se conozcan los motivos.

-Qué final tan triste...

-Su final fue repentino y en certa medida injusto. Pero sus ecos aún se escuchan a través del espacio y del tiempo. ¡A través de tantos años luz!

Unas risitas, hombros moviéndose.

-¡Qué filosófico estás! ¿Tanto te inspiran mis cabellos?

-Por supuesto. Pero más que inspirarme, me concentran, me transportan a otros tiempos y a otros lugares – seguía tejiendo y tejiendo - ¿Sabes? Tu padre te quiere mucho. Estoy convencido.

-¿Por qué lo dices? - su cuerpo pareció paralizarse, como si hubiera pactado una tregua con el tiempo. Su voz, sombría.

-Si te odiara, te hubiera puesto Roma o Gran Bretaña.

-¿Cómo?

-Nada, estoy pensando en voz alta.

Dos minutos más y terminó de tejer aquella larga trenza. Kreta, observándose en el espejo, se puso a acariciársela con esa felicidad e ilusión incondicional de los niños.

-¡Es una maravilla! - se puso a bailar y a moverse en círculos para hacer que la trenza se moviera libremente alrededor de su cuerpo.

-¡La octava maravilla del mundo!

-¡Siiii! ¡Gracias, cielo!

-No, gracias a tí por salvarme.

Como si se tratara de una mujer con poderes sobrehumanos, Kreta cubrió una distancia de tres metros con un solo salto dirigido hacia el cuerpo del traductor. Se colgó sobre su cuello, entre felices risas. Él también sonrió, abrazándola con fuerza para que no cayera. Y, de repente, unos cómplices y aliados labios atrayéndose, sin que ninguno de los dos fuera consciente de tal acción.
El solo roce de unos labios, una caricia, una erección. Un solo instante es capaz de quemar, hasta las mismas cenizas, millones de reglas, leyes y mandamientos.
Instintos primigenios, primordiales, prehistóricos y salvajes. Nada ni nadie puede detener su paso. Ni siquiera Gengis Khan fue tan eficiente ni tan brutal a la hora de arrasar y saquearlo todo hasta que no quedaba ni un triste cimiento, ni siquiera el eco de un recuerdo.

Así era cómo Líon veía la pasión, el sexo y la atracción. Y de esta forma tan repentina y tan irremediable había llegado aquel largo y tendido beso entre él y Kreta.

-”Iniciando aproximación hacia el destino”.

Y el beso se detuvo, sus labios se separaron, la gélida nieve volvió a cubrir su alma.

Líon no se detuvo ni por remordimientos ni porque, repentinamente, como por arte de magia, se hubiera convertido en un Cristo resucitado, en un santo varón, en un asceta fanático que solamente usa la picha para mear. No, en la vida real las cosas no funcionan así. Solamente los enfermos mentales y los drogadictos cambian de personalidad de la noche a la mañana. Simplemente fue capaz de discernir entre lo evitable y lo inevitable. Y él sabía que lo inevitable era que aquella niña tenía que volver a su casa fuera como fuese. ¿Razonable? No, llamémosle realismo con una buena porción de escapismo.

De hecho, en el fondo, ya lo tenía planeado. Sí, estaba escrito.

-Me marcho, Kreta. Es posible que jamás volvamos a vernos. Debes marcharte con tu familia, con tus amigos. Por favor, sé feliz.

-¿E...eh? - le miró sorprendida. No hacía ni cinco segundos aún se estaban besando y sus mejillas aparecían ardiendo, resplandecientes, como dos nebulosas de color sangre.

-Ya me has oído. Odio las despedidas. Adiós.

Con largas zancadas el corpulento traductor salió de la habitación dirigiéndose hacia la sala de mandos. Dió orden a la nave para que preparara una cápsula de emergencia que él usaría para entrar en la nave de su amigo, un enorme carguero con forma piramidal de un color gris oscuro y monótono, que ya solamente se hallaba a 500 kilómetros de distancia. Mientras programaba el piloto automático que llevaría a Kreta de vuelva a casa, la niña se interpuso entre los mandos y él, hecha una furia.

-¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Qué cojones te he hecho yo?! - estaba al borde de las lágrimas, gritando sin ninguna contemplación - ¡Me voy contigo! ¡No pienso volver!

-Si no te quitas de en medio, voy a tener que hacer algo que no me gusta. No me lo pongas más difícil – por primera vez en su vida, se vio incapaz de mirar directamente a los ojos a una persona. Sentía como su estómago se encogía y como le venían unas ganas de vomitar muy alarmantes. Aquello era también la primera vez que le sucedía – No puedo realizar esta operación con mi sinapsis. Necesito los mandos. Apártate.

-¡Yo creía que eras distinto! - cataratas de lágrimas, unas lágrimas que llevaban el brillo de una inocencia traicionada, apuñalada - ¡Me usas, te aprovechas de mí y luego me dejas tirada! ¡Te odio! ¡Te odio!

Algo dentro del alma de Líon se quebró en trillones de pedazos que se introdujeron en sus venas, llenando todos sus órganos internos y, como si una irracional fuerza de la naturaleza se hubiera apoderado de él, con la mano extenida le propinó un rápido y seco golpe en la nuca a la chica, dejándola inconsciente al instante.

-Lo siento – murmuró entre dientes, mientras se la llevaba en brazos a la habitación.

Friday, November 23, 2012

Capítulo 4: To be free


Desde que aquellos dos hombres fornidos le habían pedido, de una forma no muy amable, que se olvidara de todo lo concerniente a Yu Zhan, no había podido dormir con relativa paz. De hecho, hacía una semana que solamente se dedicaba a ir a trabajar, a repasar vocabularios con su sinapsis, a comer, hacer sus necesidades y dormir. Nada más. Le daba la sensación que desde el día en qué se había reunido con Breidh y con ella el tiempo se había paralizado. No tenía ni siquiera ganas de tener sexo ni de masturbarse: no era solamente el tiempo, sino su misma humanidad. Se había convertido en un robot, y, lo que es peor, en un robot con memoria.

Tampoco ayudaba que la hija adolescente del diplomático de Maren se le estuviera insinuando todo el rato en la reunión que mantenían con los comerciantes de Palaus en el enorme jardín adyacente a las dependencias gubernamentales. Música barroca, mayordomos más estirados que un palo, conversaciones aburridas que giraban todo el rato sobre relaciones comerciales. Y él ahí traduciéndolo todo mecánicamente, con una eficiencia perfecta pero sin ningún ápice de interés ni de apego.

No era de extrañar que aquella mocosa se hubiera fijado en la única persona con cara de estar tan o más aburrida que ella. Y si encima coincidía con el tiempo de sus primeras menstruaciones, el descubrimiento de su propio cuerpo y que, en frente de ella, se hallaba un hombre con presencia y bien plantado...pues claro, aquello era para la nena una una bomba de relojería hormonal.

Eran unas 16 personas sentadas en una larga mesa repleta de fuentes de comida, botellas de vino y demás nimiedades. Formando la cabecera de la mesa, presidida por el Alto Diplómatico de Palaus, un lado se hallaba sentado al embajador de Maren, junto a la hija, que no le quitaba el ojo de encima, con rápidas y constantes miradas hacia su rostro y su pecho y una sonrisa que trataba de disimular colocando una de sus manitas sobre la boca. Al otro lado, Líon, que hacía todo lo que podía para que no se le notara el absoluto aburrimiento que quería invadir toda su alma para luego escurrirla como una esponja, dejándola seca como un trozo de esparto.

El embajador de Maren y el Alto Diplomático de Palaus discutían acaloradamente.

-Con respecto a Asira, si adoptamos las pertinentes medidas proteccionistas, no hay nada qué temer. Y si finalmente vemos que no acatan las leyes, yo creo que lo más lógico sería bloquear todo el comercio con ellos – espetó con rapidez y eficiencia Líon, traduciendo de la lengua Maliana al Palousen.

-Creo que esa postura no nos beneficiaría a ninguno de los dos países – el diplomático de Palaus se llevó la mano a la barbilla, pensativo – Podríamos hacerles negociar, pero solamente bajo nuestras condiciones y respetando nuestro pacto de comercio.

Líon tradujo del Palousen al Maliana sin apenas pensar en ello.

-¡A los enemigos ni agua! Esta gente lo único que quieren es hacerse con las riendas del comercio mundial. ¿Es que no lo véis?

-Hace 3 meses vuestra opinión era totalmente opuesta. Y bien que nos hacíais la competencia. ¿Os prohibimos comerciar con otros países en nuestra ciudad, aún sabiendo que gran parte del dinero iba a vuestras arcas? No. Esta no es nuestra política. Estamos de acuerdo en un acuerdo comercial para frenar el expansionismo exagerado de Asira, pero en ningún caso frenaremos el Libre Comercio.

-¿Y qué me dices de la economía sumergida? ¡Sois demasiado blandos con ellos! Ellos hacen una fortuna sin apenas pagar impuestos, mientras nosotros tenemos que bajarnos los pantalones para poder recibir cuatro migas! Te recuerdo que en Maren está sucediendo exactamente lo mismo. ¡Nuestros intereses están gravemente amenazados!

Y bla, bla, bla. Y bla, bla, bla.

Así son los diplomáticos y embajadores, así son los políticos y comerciantes: yo me dedico a meter mis narices en los asuntos de los demás, pero cuando tú metes las narices en mi casa...¡Me enfado y no respiro! ¿O es que Palaus o Maren no tenían intereses en otros países? No, no, ellos eran la bondad reencarnada en hombres de negocios. ¡Un cuerno! Ellos son tan o más mafiosos que las mafias de las cuales constantemente se quejan. ¿Acaso reparten su dinero a sus ciudadanos? ¡Ja!

Pero él era traductor y aquel no era su problema. ¿Hipocresía? Sí, y mucha.

Su mirada se desvió accidentalmente hacia dónde se hallaba la hija del diplomático, y, por primera vez y gracias al aburrimiento que sentía, la estudió detenidamente: ojos grandes de color azul claro; cabellos rubios, largos y rizados;
rostro simétrico, nariz respingona, sonrisa más amplia y abierta de lo qué era normal para una niña de su edad. Le miró y le enseñó tímidamente los dientes en una suave sonrisa (un gesto calculado). Unos pechos que empezaban a tener la forma de dos jóvenes manzanas, y un vestido blanco con ribetes color azul marino, enseñando sus endebles y delgados brazos, y su cuello.

No era nada con lo qué no hubiera lidiado antes...con la diferencia que, esta vez, un elemento se añadió a la “fiesta”: el piececito desnudo de la mocosa damisela trepó a través de sus piernas y se posó sobre su entrepierna, a la cual empezó a masajear con decisión y sin ningún pudor. Las mejillas de la niña se encendieron de una forma tan evidente que parecían dos antorchas iluminando una noche negra como el culo de un grillo. Su polla, tal y cómo había imaginado, empezó a endurecerse con una velocidad alarmante...a sólo medio metro de su padre.

-¡Mierda joder! ¡Mmmh...no! ¡Para, me cago en Dios! - gritó en lengua Maliana.

-¿E..eh? ¿Cómo osas hablarme así? - el embajador de Maren lo malinterpretó - Esto puede que sea Palaus, pero eso no os da patente de corso para hablarnos así. El 30 % de vuestras exportaciones...

Aquél piececito, en vez de parar, aumentó su velocidad mientras la niña seguía riéndose entre dientes, con gran disimulo, y con el rostro de cada vez más congestionado, rojo como el culo de un Babuíno. Líon trató en vano de parar aquella locura, dándole golpecitos con el puño en el pie, bajo la mesa, pero no hizo más que empeorar el asunto. Aquellos ojos azules repletos de lujuria empezaban a pasarle factura: a su polla solamente le faltaba aúllar de lo empinada que estaba. Por suerte no había luna llena, era de día, y las pollas aún no habían aprendido a hablar ni a gritar.

-¡Qué coño pretendes, zorra!

Esta vez gritó en Palousen, en su lengua natal.

-¿Qu...qué? ¡Cuidado con lo que dices, estás en territorio de Palaus! - el diplomático de Palaus, esta vez - ¡El tratado de comercio pende de un hilo y el Primer Ministro se halla a unos escasos 200 metros de aquí! Mide tus palabras.

¡Mierda! Había vuelto a gritar y a decir lo que pensaba sin tener en cuenta su trabajo. No estaba en lo que estaba. Nada, no tradujo absolutamente nada. Tenía que inventarse algo para volver a reconducir aquella reunión.

A Líon se le ocurrió entonces una idea arriesgada: hacerles creer a aquellos dos hombres, que aquellos insultos tenían su lógica dentro de la conversación. 

-”¡Qué coño pretendes zorra”, eso fue lo que le dije a la comerciante asiran, que se insinuó, pretendiendo comprarme – dijo Líon, en Palousen, pretendiendo que había traducído las palabras del embajador de Maren.

-Oh, bien que hiciste – el diplomático de Palaus asintió, convencido – No hay que fiarse de esas mujeres, son serpientes con piel de terciopelo.

-"¡Para, me cago en Dios!" Sí, eso le dije al embajador de Asira, el cual no paraba de hablar de los beneficios de su política comercial expansionista – dijo, esta vez Líon, en lengua Maliana.

En fin, que después de unos complicados malabares, tanto el embajador de Maren como el diplomático de Palaus acabaron hablando de negocios otra vez, en tono satisfecho. Resultó incluso positivo para darle un enfoque de tensión a la reunión porque así, poco a poco, se relajaron las posturas y conseguieron de esta forma no dañar los acuerdos de comercio existentes entre ambos países. La diplomacia es una maldita locura, y aquella chica, con sus irracionales ganas de ponerle la polla dura, había conseguido que la alianza comercial se fortaleciera. La inventiva de Líon y sus recursos para la improvisación, tambien.

Al acabar la reunión, con abrazos y estrechamientos de mano incluídos, Líon sintió la necesidad imperiosa de ir al baño para evacuar a unos cuantos rehenes que necesitaban ser liberados desde su recto. No hay nada que produzca más satisfacción que cagar después de un trabajo bien hecho.

Justo acababa de tirar de la cadena para que aquellos amiguitos duros y marrones empezaran su alocada y trepidante aventura por aquél parque acuático de aguas residuales, cuando, de repente, sintió el suave rechinar de la puerta que se abría. Se hallaba de espaldas a ella, a punto de limpiarse las manos.

Su primera reacción, al sentir que unos brazos le rodeaban la cintura, fue girarse y, súbitamente, agarrar del cuello a su atacante. ¿Otra vez uno de aquellos perros que le advirtieron que no volviera a acercarse a Yu Zhan? ¿Allí, en los jardines de Palacio? Se giró y, con estupor, se encontró a sí mismo estrangulando a una jovencita rubia, delgada, estatura media, ojos azules. Se apartó rápidamente de ella, pidiendo perdón con un leve movimiento de cabeza.

-¡Pe...pero qué coño haces, sinvergüenza! ¡Casi me matas! - espetó en medio de un ataque de tos, su rostro prendido por un intenso color rojo. Hablaba en un Maliana muy coloquial. Líon recobró su compostura y se cruzó de brazos, apoyando la espalda contra la pared.

-Es lo que suele suceder cuando alguien, sin avisar, te agarra por la espalda. Vete con tu papi, anda – la miró con una frialdad siberiana – Estuviste a punto de mandar a la mierda la reunión.

-Ji, ji... - se colocó las manos tras la espalda, meneando el culo sin ningún rubor – No lo pude evitar.

Líon decidió no darle más cuerda a aquella mocosa y se fijó el noble objetivo de ignorarla. Se lavó las manos detenidamente y, acto seguido, se dispuso a salir hacia los jardines para certificar el acuerdo del embajador y el diplomático, junto con las delegaciones de comerciantes de ambos países.

-Me ves como una niña, y en algunas cosas lo soy... - dijo, con una voz más suave que el aliento de un pequeño pájaro – Pero sé muchas más cosas que tú ni nadie más imaginaría.

-¿Por ejemplo? - se digno a preguntar, desganado, antes de salir.

-¿Qué pone en tu contrato, Líon?

El hombre se giró hacia ella, alzando una ceja.

-¿Perdona?

Como si estuviera caminando de puntillas sobre un estanque, la chica se acercó a él, una ninfa de agua con cara de hija de mil putas. Así se le aparecía a Líon en aquel momento. Sonreía, divertida.

-¿En tu contrato no pone que firmar contrato con otra empresa mientras se tiene el primero vigente conlleva a despido y a posibles penas de cárcel?

Él frunció el ceño. ¿Se estaría refiriendo a...? No, no podía ser. Además, él no había firmado nada con Yu Zhan.

-¿Hacia dónde quieres llegar? - avanzó unos cuantos pasos, quizá con demasiada iniciativa, pues ella retrocedió unos cuantos hacia atrás hasta posar su pequeña espalda contra la pared en la qué un minuto antes se había apoyado él – No he firmado nada fuera de esta empresa.

-Tranquilízate – posó los ojos en el suelo, algo asustada – Quiero ayudarte. Verás... - adoptó una expresión seria, digna, muy adulta – Estuve trasteando en la sinapsis de mi padre, como suelo hacer siempre (¡Tiene una contraseña, para mí, muy fácil y predecible!) y encontré algo muy curioso: ha descubierto que has firmado un contrato con una empresa ilegal de Asira, la cuál está a punto de ser desmantelada. El gobierno de Palaus quiere condenarte por alta traición.

Líon sintió como si un alud de nieve hubiera congelado y enterrado toda la sangre de su cuerpo. Apoyó sus manos contra la pared, a ambos lados de la cabeza de la chica. Sus ojos dibujaban el epicentro de un huracán. Una calma muy, pero que muy engañosa.

-Me la suda si eres la hija de un embajador, o del emperador de los siete mares. Si esto es una broma pesada lo vas a pagar caro. Y no hablo de golpearte, precisamente. Tengo otros medios a mi alcance, mocosa.

Ella no pareció ponerse nerviosa en ningún momento. De hecho, parecía que aquel gesto la había excitado un poco. Le pasó un dedito por el pecho, acariciándoselo, sonriendo con una coquetería muy natural.

-Al principio, cuando aún no te conocía, disfrutaba pensando en un escarmiento público hacia un traductor como tú, uno de esos perros acomodados al servicio de una empresa privada que trabaja para el gobierno – le acarició los labios, la nariz de perfil romano, sus pómulos sobresalientes, su barbilla recta. Tenía que estirar mucho el brazo, puesto que la diferencia de estaturas era bastante pronunciada – Pero fue verte y, la verdad, me pusiste muy caliente.

Líon suspiró, rechazando con educación el contacto de aquellos dedos aún tan infantiles. ¿Dónde cojones había aprendido a hablar así? ¿Qué les enseñaban, en la escuela, a los niños de ahora?

-Ahórrate toda esta basura – adoptó una posición pensativa, colocándose al lado de ella, repasando acontecimientos – Suponiendo que lo que dices es cierto...¿No tendrían que haber ido a por mí mucho antes?

-No, ellos querían atraparte mientras trabajabas para el gobierno, así te caía una condena más gorda.

Líon apretó los puños. Temblaba de rabia e impotencia. Sus ojos parecían refulgir con el calor de las brasas del mismo infierno.

-¿Por qué diablos querían hacerme esto a mí? ¿Qué maldito interés tenían en hundirme?

Ella se encogió de hombros.

-No tengo ni la más remota idea. ¿Quieres huir o no?

-¡Maldita sea mi vida!

-Si vas a seguir quejándote, me voy – hizo un puchero con los labios.

Él se llevó dos dedos en el puente de la nariz y suspiró, desinflando levemente su rabia.

-Está bien. ¿Cómo pretendes ayudarme? Salir de aquí sin ser advertido es como tratar de no llamar la atención yendo vestido de pavo real en una boda.

-¿Confías en mí?

-Obviamente, no.

-Bueno, pero estarás de acuerdo que muchas otras alternativas no tienes.

-¿Cuál es tu plan?

-Huir contigo.

-Definitivamente, no estás bien de la cabeza. ¿Eres consciente de la edad que tienes?

-¿Y tú?

-Yo...en fin, estoy en una situación límite, no hay tiempo que perder. Dime cómo pretendes huir de aquí.

El rostro de la chica se ensombreció y, súbitamente, pareció mucho más mayor de lo qué normalmente aparentaba.

-Venimos a estos jardines como mínimo una vez cada dos semanas. Cuando me aburro, que suele ser el caso, me invento alguna excusa barata y me dedico a dar vueltas por aquí. En resumen: que me conozco este sitio como la palma de mi mano.

-De acuerdo, esto ya supone una pequeña ventaja – Líon había variado su registro y ahora le hablaba a la chica con el respeto que no tenía hacia niños ni mocosos – El problema radica en nuestra necesidad de pasar desapercibidos. Supongo que tendrás algo pensado al respecto.

-¡Por supuesto! ¿Por quién me has tomado? - con un gesto decidido y exagerado, se retiró sus largos cabellos dorados tras la espalda. Tenía que dedicarse al teatro sí o sí – Nuestro objetivo inmediato es llegar al laberinto del jardín. Desde allí habrá que despistar a tus perseguidores – le dio un énfasis especial a aquel “tus” - mientras yo llamo a la nave de mi padre con mi sinapsis.

-¿Bromeas? ¡Yo no sé pilotar!

-Sí sabes.

-¡Maldita sea! ¡Pero si no tengo ni licencia! ¿Cómo sabes que yo...?

-Ellos saben muchas cosas, y yo soy una cotilla. ¡Vamos, no tenemos tiempo!

Con una velocidad inusitada, la chica echó a correr hacia la puerta. Líon partió tras ella, costándole un océano de sudor seguir su ritmo. Los guardas del jardín pronto advirtieron su presencia y se pusieron a perseguirles entre amenazas, improperios e insultos. Al llegar al laberinto del jardín, constituido por altos setos impecablemente podados con formas geométricas, la chica se puso a llamar, con su sinapsis, a la nave usando la complicada clave que le había puesto su padre.

Gracias a la pericia de la chica, consiguieron despistar a los guardas con facilidad, los cuales se hallaban desconcertados, corriendo dentro del laberinto sin rumbo, como gallinas descabezadas.

La nave, un pequeño y aerodinámico vehículo de color azabache, descendió ante ellos con elegancia, posando su cuerpo con forma de ballena sobre un rellano del laberinto. Corriendo como posesos, se precipitaron hacia la entrada de la nave que se había abierto en su “lomo”: Una rampa ascendía y se introducía hacia el centro del vehículo.

Pero no todo iba a salir a pedir de boca.

Gracias a un golpe de suerte, uno de los guardas había conseguido llegar al lugar dónde la nave había aterrizado. Habían sido rápidos y efectivos, pero estas putadas siempre ocurren.

Un hombre que le sacaba una cabeza a él (¡A él!) se había interpuesto entre la entrada de la nave y ellos. Al ser solamente guardas del jardín, no llevaban sobre ellos armas de fuego, pero sí una porra tan grande y gorda como su brazo. Su otro brazo, tan ancho como su pierna, se hallaba combado hacia él con el puño cerrado. Si el puño hubiera podido hablar, hubiera dicho: ¡te voy a arrancar la cabeza de un sopapo! Aún y con todo, Líon no tenía más remedio que precipitarse sobre él y rezarle a sus dioses inexistentes para que la paliza no le arrebatara la poca dignidad que le quedaba. Sin embargo, justo cuando estaba apunto de gritar “Banzai!” escuchó un disparo que provenía desde su espalda: ¡Venga, no me jodas! ¿La loca aquella también sabía disparar? ¿Pero qué clase de pequeño monstruo era aquello? Con destreza le había pegado un señor tiro en la pierna izquierda de aquél rinoceronte humano, haciendo que aquél cayera al suelo profiriendo mil maldiciones y alaridos de diversa índole que no hace falta plasmar aquí.

-¡Rápido! Ya te lo explicaré luego...¡Entremos!

Aquella maldita cría entró en la diminuta nave como Pedro por su casa, se sentó en la silla de plasma ante los aparatos de mando y, sin ni siquiera cerrar la compuerta de entrada de la nave (no tenía tiempo, ya habían descubierto su ubicación y venían una veintena de guardas directos hacia ella) hizo despegar verticalmente aquél objeto con una velocidad de vértigo sin que Líon tuviera apenas tiempo de agarrarse a lo primero que sus manos pudieron asir: precisamente la silla en dónde se hallaba ella manejando la nave con su palma de la mano posada sobre una superficie de cristal, los ojos cerrados, la sinapsis funcionando a pleno rendimiento.

-¡No te agarres a la silla! ¡Me...me vas a desconcentrar! ¡Solo he pilotado una vez...y con mi padre al lado!

-¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Lo que tienes que hacer es cerrar la puta compuerta de entrada! ¡Pero ya!

-¡A...aguanta! ¡No...no sé cerrarla, estoy ocupada en...!

La nave daba unos bandazos aquí y allá muy peligrosos, mientras que por los cristales que rodeaban la nave, la ciudad se iba haciendo paulativamente más y más pequeña...y las montañas más y más cerca.

-¡Mierda, joder! - Líon forcejeó para acercarse al puesto de mando sin soltarse de la silla y sin darse cuenta que, sin querer, estaba abrazando a la chica sin ninguna contemplación. La chica soltó un alarido - ¡Dame los jodidos mandos de la nave!

-¡Pu...puedo hacerlo! - gritó indignada, tratando de estabilizar la nave a la deriva, que de cada vez se acercaba más y más a las montañas de Palaus - ¡No confías en mí, lo sabía!

-¡Al cuerno la confianza!

Con gran agilidad, Líon apartó a la cría de los mandos y, colocándosela sobre su regazo (llegados a ese punto crítico, apenas encontró resistencia por su parte) se sentó en la silla de plasma y, posando su mano derecha sobre la superficie de cristal, conectó con toda la rapidez que pudo su sinapsis con la Inteligencia Artificial de la nave.

Normalmente a la puerta principal de la nave se la consideraba “Puerta 0” mientras que las puertas secundarias o de emergencia, se les ponía números del 1 al 4 (el número máximo de puertas que seguramente aquella pequeña nave poseía). Haber tenido un abuelo piloto de aeronaves no había sido en balde puesto que a pesar de no poseer una licencia para pilotarlas se había criado dentro de ellas

-Puerta 0 cerrado hermético; activar estabilizador; aumento del 200 % de potencia de motor; desactivar frenos aéreos de emergencia; antigravitación desactivada, activar a partir del 50 % de velocidad lumínica. ¡Orden prioritaria!

La puerta se cerró con un sonido suave, muy parecido al que produce el sonido de la lluvia sobre unas hojas: sshhhtetetete.

La nave, efectivamente, se estabilizó casi al instante, lo que dura un parpadeo de unos ojos, y, sin ninguna dificultad reseñable (si es que se considera reseñable decir que la chica, en aquellos momentos, no dejaba de jadear y de forcejear pensando que estaba llevando a la nave a un accidente seguro) se dirigió disparada hacia la atmósfera y en cuestión de segundos ya se hallaba fuera de la órbita del planeta. El shock de acelerar de aquella manera sin activar la antigravitación (que hubiera relentizado el proceso y les hubiera llevado a una muerte segura contra las montañas) fue demasiado para la chica y se desmayó de golpe, entre sus brazos. Él, sin embargo, desde pequeño estaba ya más que acostumbrado a aquellas sacudidas extremas.

Una vez hubo dejado atrás el especio aereo del planeta, peligroso porque seguramente ya estaría buscándole el gobierno de Palaus, decidió llevar a la niña a una de las pequeñas salitas de la nave, que podían transformarse en cualquier tipo de dependencia. Decidió que la transformaría en un dormitorio normal y corriente, como los que había en Palaus, y, dejando escapar un suspiro y una negativa con su cabeza de conformidad con aquella mierda de situación, la depositó sobre una sencilla cama. Sabía lo que era uno de aquellos shocks de aceleración y la ostia que te metía en el cerebro. Por un instante, sintió un amago de cariño y lástima por ella. Luego volvió a la sala de mandos, ya algo más relajado, y se encendió un cigarrillo de Kishka acomodándose en aquella silla que le arropaba los hombros y el culo casi de una forma tan perfecta cómo haría una mujer experimentada. Se encontraban, ahora mismo, en el vasto espacio, tierra de nadie, y el planeta poco a poco se iba convirtiendo en un punto de cada vez más difuso. La oscuridad engalanada por miles de estrellas acabó dominando por completo el paisaje que se podía observar desde dentro de aquella burbujita encabritada que era aquella nave.

¿Qué diablos había ocurrido para que hubieran terminado en aquella situación?

 Una de dos: o alguien le había traicionado, o algún cabrón que le odiaba había conseguido entrar en su sinapsis (¡¿Pero, cómo?! La tenía casi literalmente protegida a cal y canto) y así había podido falsificar su firma y todos sus datos para que apareciera que había firmado un contrato con una empresa corrupta de Asira. Breidh estaba descartado como potencial traidor, no solamente por la amistad que le unía con él, sino porque sería incapaz de pensar en algo tan retorcido. Además, no tenía motivos para hacerlo: iban a compartir un trabajo muy suculento, y juntos habrían sido un equipo muy solido.
¿Yu Zhan? Tampoco tenía motivos suficientes. Además, no se habría arriesgado a denunciar a nadie, más que nada porque seguro que ella misma andaba sobre aguas bastante turbulentas, y le interesaba tener a sueldo a un traductor competente. No, ellos dos no podían ser.

¿Entonces quién? ¿Quién tenía un interés tan grande en verle entre rejas o, directamente, ejecutado por operaciones ilícitas a espaldas del gobierno? No tenía sentido, él no se había creado enemigos. Su cerebro estaba tan agotado que ni siquiera era ya capaz de formar una frase con sentido, ni de dibujar un mapa con lógica para desentrañar aquél misterio. Además, el kishka empezaba a subirsele a la cabeza, y aquello le hizo sentir un bienestar que hacía tiempo no experimentaba. Tenía muchas ganas de escuchar música, de apalancarse, de no pensar en nada mientras observaba el Universo vibrando a su alrededor.

-Enséñame la lista de canciones disponibles, y descárgala a mi sinapsis – le ordenó a la nave.

Todo eran canciones actuales de música electrónica. Buscó y rebuscó hasta que encontró una sección de música clásica. ¡Oh! ¡A ver qué tenemos aquí!

Eran canciones de hacía más de 300 años, muchas de ellas deliciosas, raras, creativas. Sabía que casi nadie pensaba así, que consideraban la música clásica un rollo patatero...¡Y la música preclásica ya ni os cuento! Después de deliberar un buen rato, finalmente se decidió por una canción que le traía recuerdos de la infancia, de vuelos interestelares con su abuelo, cuando aún estaba vivo y le enseñaba a pilotar naves de forma ilegal. A aquél viejo pirata le gustaba mucho la música antigua, muy antigua...y eso mismo había heredado de él.

En su cerebro empezó a resonar con fuerza To be Free, de Mike Oldfield, y se sintió libre, extrañamente libre, una libertad acariciada por una sonrisa cargada de una melancolía que creía haber olvidado. Empezó a murmurar la letra de aquél idioma ya extinto, en voz baja, mientras observaba las estrellas rodeado del humo de su cigarro, como flotando en nubes de un pasado cubierto de una lluvia de recuerdos.

To be free
To be wild
and to be
just like a child.

And if I get lost
I really don't mind.
'Cause I'm me
doing just fine