Monday, November 26, 2012

Capítulo 5: La trenza.


En la taberna todo eran mujeres muy femeninas, charlando animádamente entre ellas, como loros sin descanso, como si en un momento u otro una ley les fuera a impedir hablar para el resto de sus vidas. Entre las mujeres existen varios grupos de coexistencia: todo mujeres, una mesa repleta de risitas y de recuerdos de romances que todas comparten sin vergüenza, a la vez que alguna que otra anécdota divertida de sus días de colegio se escapa de sus delicadas bocas; mujeres y un solo hombre: aplíquese todo lo anterior añadiendo el adjetivo “gay” al hombre que las acompaña; una ­mesa mitad hombres y mitad mujeres, o lo que es lo mismo, mitad mujeres, mitad pagafantas; y, por último y no por menos importante, la tía solitaria entre un grupo de hombres, esa típica tía que todo le importa una mierda y que sus ovarios pesan más que las palabras que ella pueda pronunciar.

La chica en la qué se había fijado se encuadraba en aquél último grupo: morena, pelo corto, extrovertida y sin pelos en la lengua. Su risa resonaba en todo el local como si aquellas carcajadas fueran la música que daba la bienvenida al más allá de lo físico, a una quimera que se respiraba en aquél otro mundo de cervezas y canciones. La vio abrazarse a una chica muy femenina, y ella sonrojándose...¡Coño, como un príncipe entre sus brazos, con todo el arrojo!

Se acercó a aquella mesa de varones, blandiendo una cerveza y una sonrisa.

-Perdonad...¿Podría sentarme con vosotros? Es mi primera vez aquí y he venido sólo.

Aquello no era del todo verdad, pero sí era la primera vez que se dirigía a alguien de aquella forma tan directa. Estaba hasta las narices de su nuevo trabajo, hasta las narices de traducir todo lo que le venía al rostro, teniendo la misma sensación que un boxeador que evita un golpe certero.

-Me llamo Forali, ¡Encantada! Y estos se llaman...bla bla bla...bla bla bla.

-¡Encantado! Me llamo Líon – Forali y el resto, el resto y Forali.

Hablar en el idioma de Palaus después de 5 días de traducir y traducir en otros idiomas, era una bendición.

-Oye...¿Sabes decir “puta guarra” en Asiran?

Él alzó una ceja.

-¿Por?

-Dime...¿Lo sabes decir?

-Agura mertra – contestó, encogiéndose de hombros.

Entonces la joven menuda de cabellos cortos se dirigió a una chica de otra mesa con las mismas palabras que Líon le acababa de traducir: era una chica Asiran. Le había robado el novio, y ella le había usado como traductor. En fin, si aquello le hacía sentir feliz adelante, pero él, en aquel momento, se sentía como una mierda.

Toques en el hombro, sonidos deshechos, ecos de susurros. Dibujó una parábola con sus brazos, tratando de apartar las manos que le acosaban. No iban a aprovecharse más de él, no, nunca más. Prefería la soledad, mil veces más.

-¡Líon, mikko taru ivvato! Mikko taru ennya akattafa?!

Abrió los ojos, parpadeando repetidamente. Estaba tumbado en una cama bien mullida, lo sentía en su espalda, en la forma suave en qué todo giraba a su alrededor. Su cerebro volvió a procesar aquellas palabras e instantaneamente lo tradujo al Palosen, como si de repente el río hubiera vuelto a su cauce natural.

-¡Líon, ya te has despertado! ¿Ya te sientes mejor? - tradujo él, del Maliana.

Vio a una jovencita de cabellos rubios, a su lado, sus ojos que eran dos océanos, dos ventanas abiertas de par en par a unos mares de un azul casi desconocido. Unas ventanas con cortinas hechas de párpados tan delgados que el estornudo de un mosquito los hubiera arrancado de cuajo. Su corazón dio un salto mortal desde los montes más altos del temblar de sus sentimientos. Aclaró la vista: no, no era la jovencita de cabellos cortos, de energía infinita, capaz de tragarse a un Agujero Negro.

Se enjuagó los ojos. 

Durante unos segundos no supo ni quién era aquella criaja. Luego, su memoria volvió con todo su peso y se instaló por todo su cuerpo, como si un elefante le hubiera trepado por la espalda. Un elefante muy cabrón.

-Mmmh, hola. ¿Qué? ¿Dormiste bien? - le dijo a la chica, incorporándose sobre la silla de agua, enjuagándose los ojos con sus dedos índices. Le había hablado en un excelente Maliana.

-Nyula sé... (Estás llorando...)

-Wo? (Qué?)

Se palmó las mejillas con atención y, efectivamente, unos gruesos lagrimomes caían sin remedio desde sus ojos que, en aquél momento, estaban absolutamente insensibles.

-Mari to kola sé... (Cosas de los sueños...)

-¿Quieres una sorpresita de buena mañana? ¡Enciende la televisión!

Rió, divertida, mientras se sentaba sobre él sin ningún pudor: camiseta manga corta y bragas. El pene de Líon aulló involuntariamente. Sus delgadas y blanquecinas piernas se balanceaban sobre su regazo, sin darle tiempo a improvisar una huída digna de un adulto.

-Si así es cómo despiertas a tus novietes de instituto, a tu padre o a tu hermano, me la repanpinfla. Pero yo no soy ni tu padre ni tu hermano mayor. Anda y quítate de encima - dijo con voz ronca y ya en su idioma materno - Necesito un café bien cargado y no, no miro la televisión. Ni cine. Prefiero vivir a observar, es mucho más emocionante.

-¿Te has puesto a la defensiva porque te he visto llorar? - le preguntó, maliciosa, en un Palouen muy primitivo, arrastrando las palabras.

-Bájate de aquí o te tiro de la nave.

-¡Esa nave no es tuya, es de mi padre!

-No veo a tu padre por ningún lado - como si se tratara de una gata, la agarró por debajo de las axilas, la levantó desde su regazo y, entre tentativas de manotazos y patadas, la depositó en el suelo - Si tu padre tiene que aguantarte cada día, me compadezco de él. Menos mal que seguramente tiene mucho trabajo fuera de casa.

-¡Oye! ¿Quién te crees que soy? ¡Soy la hija de un embajador! Me siento dónde me da la gana.

Líon se encogió de hombros.

-Por mí como si te sientas encima de la boca de un cocodrilo, pero sobre mi polla no vuelvas a hacerlo.

-En fin...¡Enciende la tele!

-¿Qué diablos pasa con la tele?

-¡Desde que me he despertado no paraban de hablar de lo mismo! ¡Ponla, ponla!

Se llevó una mano en la frente. Si tenía que soportar a aquella chica unos días más, pediría que le crionizaran para así despertarse cien años más tarde.

-Está bien, maldita sea - conectó su sinapsis con la artificial de la nave y un olograma azulado con forma cuadrada de 1x1 metros apareció "de la nada" ante ellos, ocupando la parte central de la nave - Noticias de Palaus, cualquier cadena me va bien. Selección aleatoria.

Un gallinero repleto de personas, que habían substituido a las gallinas váyase uno a saber por qué razón. Esto fue lo que Líon vio reflejado en el olograma.

-¡Oh Líon, ahora una tertulia! ¡A ver si vuelven a hablar de nosotros!

-¿De...nosotros?

-Espera y verás.

En aquél momento, aquellas cacatúas insoportables hablaban sobre el romance supuestamente secreto entre un ex-gogó de discoteca y una mujer famosa con mucho dinero. ¡Qué nivelazo! Aquellas palabras, si es que se podían llamar así, rodeaban su aparato auditivo, y después de un tiempo deambulando por los oscuros conductos de sus oídos finalmente salían disparadas hacia afuera, expulsadas por un “me importa una mierda”.

-¿De verdad debemos perder el tiempo viendo esta porquería?

-¡Ahora, ahora!

De repente, el presentador, un hombre ya bien entrado en una penosa cuarentena bañada en un bar de bottox y otras calamidades “estéticas”, decidió que era momento de cambiar de tema con un enervante gritito que hizo que a Líon le entraran ganas de lanzarse al vacío del espacio.

-¡Yyyy ahora, queridos amigos, vamos a hablar de la misteriosa desaparición de la hija del embajador de Maren – de repente, detrás de la mesa de tertulia y en un gran olograma, apareció la inmaculada cara sonriente de la chica, una mirada que era muy distinta de la qué él había visto en ella: solamente transmitía inocencia, alegría y despreocupación. Era como si le hubieran echado una foto justo cuando empezaba a jugar con sus amigas a saltar la comba, o a cualquier otro juego ridículo “para chicas” como entrelazar las manos o tumbarse en una cama de noche, en un campamento, con la amiguita de turno para contarse sus historias para no dormir, sobre rumores, chicos y enamoramientos.

Eso fue lo que más le llamó la atención a Líon, la diferencia que había entre la persona real y la persona que se mostraba en pantalla, o al menos por lo que llevaba conocido de ella.

-¿Secuestro o fuga por amor? - preguntó el presentador, con toda la intencionalidad del Universo.

-Si no conociéramos a Líon Ronell como ya le conocemos por aquí, diría que es un secuestro – dijo una de aquellas gallihumanas, soltando unas risotadas exageradas – Pero el testimonio de la chica aquella de 15 años, y luego todas esas llamadas de jovencitas contando sus “affaires” con él...en fin, todo un casanova para las chicas de su edad.

Risotada general del público junto con un número bastante importante de silbidos y de “buuhs!” varios.

¿Testimonio de una chica de 15 años? ¿Un alud de llamadas de chicas de la misma...edad? ¡No me jodas que las Asari se habían puesto todas de acuerdo en “denunciarle” por no querer de ellas más que una noche de coito! ¡Todas aquellas chicas, además, eran mayores de edad!

El karma de las narices.

-Vaya...estás hecho un ligón, Líon – dijo entre risitas la chica, propinándole un amago de codazo en el estómago – Mucho les debes gustar para qué te guarden tanto rencor...

-¿Pero qué diablos...?

Unas cuantas cacareadas más tarde, en aquel monstruoso olograma apareció una foto de Líon bastante borracho, saliendo de lo qué parecía una exclusiva sala de fiestas, agarrado de la cintura con dos mujeres vestidas de una forma muy ligera y pertenecientes a un honrado y ancestral gremio, el más antiguo de todos, tan antiguo como la humanidad misma. ¡Jamás había ido a aquél tipo de fiestas! ¡Ni por todos los tesoros piratas del mundo hubiera ido! ¡Era un montaje!

-¡La madre que los parió! ¡Han trucado una foto y además están violando mi intimidad a través de ella!

-¡Oh, pero eso es normal! Estos programas son así. No te preocupes, pronto se olvidarán del tema y pasarán a otra cosa...

Líon dio un puñetazo en la mesa de control. Su cuerpo temblaba de los pies a la cabeza, convertido en un recipiente de carne invadido por una rabia incontrolable.

-¡No voy a permitir esto! ¡Lo van a pagar caro esos hijos de puta!

-¿Y qué harás?

Se levantó y le dio una sonora patada al fuselaje de la nave, que solamente le sirvió para que su pie se revolviera de dolor.

-¡Nada! ¡Ya lo sé! ¡No puedo hacer una mierda!

La chica se encogió de hombros. Para ser tan joven, se estaba tomando aquella situación con un sorprendente temple.

-Los famosos e hijos de famosos ya tenemos asumido que algún día saldremos en esos sitios.

-¿No te preocupa lo que tu familia pueda pensar de todo esto, o qué?

-No – se sentó sobre la mesa de mando y cruzó las piernas, alzando la cabeza con orgullo, los ojos cerrados.

-Vaya, entonces te da igual todo. Al cuerno con las consecuencias. Típico de una chica de tu edad, supongo.

La chica abrió los ojos y le propinó una mirada cargada de desprecio que no se dirigía a él, sino a la situación en la qué se hallaban.

-¿Qué consecuencias? No pienso volver ni a mi casa ni a Palaus. Voy a empezar una vida nueva lejos de todo. Estoy harta.

-¿Ah sí? ¿Y con qué medios?

Ella enrojeció ligeramente, pero sin dejar de adoptar aquella pose.

-Lo tengo todo pensado, algo surgirá seguro.

Líon se sentó junto a ella y la miró con tal seriedad e intensidad que a ella casi se le cortó la respiración. Su presencia tenía un magnetismo tan potente que costaba soportarlo. Era la primera vez que ella le veía así. Abrió la boca, pero no le salió sonido alguno.

-He contactado con mis cuentas bancarias en Palaus y me las han bloqueado todas – dijo Líon, con una voz tan oscura que parecía sacada de las profundidades abisales – Tengo un fondo de reserva guardado en un banco virtual, pero es poca cosa. Estoy bien jodido. Lo sabes, ¿Verdad?

-¡Cl...claro que sí! Pero si no...

-Dinero por tu cuenta no tendrás. Quiero decir, todos tus caprichos te los habrá pagado tu padre, digo yo. Vamos, suele ser lo normal en estos casos.

Ella frunció el ceño, sintiendo como una ola de calor se acumulaba, de forma alarmante, en su rostro.

-¡M...me las apañaré sola! ¡Déjame en paz!

Líon esbozó una sonrisa sarcástica y, rebuscando en uno de sus bolsillos, sacó un cigarrillo de Kishka que ya estaba liado y se lo encendió.

-¡No fumes dentro de la nave! ¡Fumar es malo!

-Peor que estar contigo aquí dentro encerrado, no hay nada. Fumar es el menor de mis problemas ahora mismo.

-¡Vete a la mierda! - visiblemente enojada y avergonzada se bajó de la mesa de mandos y se fue andando hacia el centro de la sala, dándole la espalda.

-Mira, te voy a dejar las cosas bien claras – dijo Líon, sin arrugarse ningún segundo (ya estaba más que acostumbrado a las chicas protestonas) – Yo no puedo volver atrás, tú sí. Lo tienes todo allí: familia, amigos, dinero. No eches tu vida a perder por un simple impulso. Estoy en problemas muy serios y no quiero entrometerte en ellos. ¿Entiendes?

Ella no contestó, sin ni siquiera darse la vuelta.

-Acabo de contactar con un amigo...o mejor dicho, un conocido que está metido en unos negocios algo...brumosos, por decir algo. Regenta una nave a unos 2 U.A (dos veces la distancia entre el Sol y la Tierra) de aquí* y ya me ha dado las coordenadas. Conoce mi comprometida situación y está dispuesto a darme cobijo por un tiempo – su discurso parecía el de un político: directo, conciso y cálido – Una vez lleguemos allí, yo me bajaré en la nave y tú volverás a casa, diciendo que yo te secuestré. Y no te preocupes, me importa un rábano lo que piensen de mí. Total, ya no podré volver. Activaré el piloto automático para que la nave te lleve de vuelta al lugar que tú me digas.

Silencio. Más silencio. Se giró y observó los hombros de la chica, temblando y moviéndose de arriba a abajo. Un sollozo apagado, dos sollozos, tres. Vaya...por unos instantes se había olvidado que aquella chica, en verdad, se trataba de una niña. ¿La había tratado con demasiada dureza? ¿Había hablado de una forma demasiado adulta? No, era mejor dejar las cosas claras desde el principio.

Se acercó a ella por detrás y le acarició un hombro de forma paternal. Su sonrisa, ahora, denotaba tristeza y un poquito de arrepentimiento por su falta de tacto y modales.
Justo cuando sus dedos entraron en contacto con el hombro de ella, la chica rompió a llorar de forma sonora, como si de repente un terremoto hubiera destrozado el dique que contenía las aguas de un lago que quería desbordarse hacia otras tierras, de forma natural.

-¡N...ni siquera me has preguntado cómo me llamo! - dijo de forma entrecortada, tratando de abrirse paso entre su propio llanto.

Era una niña. Una niña que empezaba a preguntarse cosas. Una niña perdida que empieza la etapa más dura de cualquier ser humano: la adolescencia. Esa etapa en qué buscamos respuestas y reivindicamos nuestro lugar en el mundo. Y si no podemos reivindicarlo, al menos empezamos a buscar ese lugar, como un arqueólogo en busca de respuestas en templos misteriosos y desconocidos.

-Si no dejas de llorar, te voy a llamar Nyüle (*llorica en Maleni).

-¡Eres un tonto! - se giró hacia él, su cara contraída por el llanto, ojos rojos y unos moquitos colgando de su nariz. Sí, era una niña - ¡Me llamo Kreta! ¡Kreta!

Líon se sacó un pañuelo limpio de uno de los bolsillos interiores de su cazadora y se lo ofreció a la niña.

-Límpiate los mocos, Kreta – le rogó con una dulce sonrisa, pellizcándole una mejilla. Ella se sonó, sin ya fuerzas para hacerse la ofendida ni para rechazarle – Kreta...¿eh? Como la isla de Creta. Bonito nombre.

-¿Q...qué? - preguntó con voz nasal, sin quitarse el pañuelo de la nariz.

-Ven. Vamos a relajarnos un poco.

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Habiendo ya sincronizado la posición de ambas naves, Líon dejó que el navegador se encargara de todo con el piloto inteligente-automático. Luego se dirigió al dormitorio, de la mano de una todavía aturdida Kreta y lo reconvirtió en un mirador acristalado de 180 grados, con vistas a la mitad del cielo nocturno. Ambos se tumbaron en la cama, en silencio, como si hubieran entrado en una especie de trance.

-Oye... - la chica rompió el silencio, hablando en su rústico Palouen – Me gustaría fumarme uno de esos cigarrillos.

-Vaya. ¿No decías que odiabas el humo?

-Sólo lo dije para hacerte enfadar.

Líon, que se hallaba tumbado con ambas manos tras la nuca, dejó escapar un largo y tendido suspiro que parecía dirigido hacia las estrellas, galaxias y nebulosas más que hacia nada que estuviera ocurriendo dentro de sí mismo ni en su alrededor.

-En otras condiciones me hubiera negado, pero ahora mismo me la resbala todo, o casi todo – dijo, sonriendo en la oscuridad y sacándose un cigarrilo de Kishka del bolsillo. Lo encendió con un movimiento mecánico y, poco después, le pasó el “cilindrito de la risa” como le llaman en Palaus, a la joven – Fúmatelo con calma.

-Kuza – agradeció ella.

Al cabo de 5 minutos fumando silenciosamente (es un decir, porque durante las primeras caladas había tosido como una posesa) a Kreta empezaron a entrarle ganas de preguntarse cosas sobre cualquier tema que se le ocurriera. Líon se sintió afortunado que, en vez de eso, no le hubiera dado por reir como una loca, lo cual solía ser la reacción más normal de alguien no acostumbrado a fumar.

-Oye...¿Tu crees en la existencia de vida inteligente aparte de nosotros?

-Llevamos cientos de años preguntándonos lo mismo, pero yo soy de la opinión que, si existe, hay dos opciones: o aún no han podido viajar a través de agujeros de gusano o no tienen interés alguno en visitarnos. Sin embargo, yo soy de la opinión que no existe vida inteligente más allá de los humanos. E inteligente tendría que ponerlo entre comillas.

Kreta se incorporó, apoyando la espalda contra la pared y estirando las piernas, como una gata perezosa.

-Pero al tener naves capaces de viajar a la velocidad de la luz...¿No podría existir la tecnología de congelar o crionizar a los astronautas para que pudieran llegar a estrellas más lejanas?

-Existir podría existir, pero no interesa – dio una larga calada y sonrió de forma algo amarga – A los políticos y empresarios les interesa hacer negocios mientras estén vivos, jamás piensan a largo plazo. Un viaje así se alargaría cientos o miles de años, y cuando llegaran allí, a ese sistema lejano, quizá aquí ya no quedaría nadie. De hecho, al paso que vamos, en breves volveremos a dejar ese planeta como dejamos a Origen, a la Madre: totalmente destrozada y desertizada.

-Y tampoco interesa invertir en la tecnología que permita crear agujeros de gusano.

-Nah, demasiado costoso y arriesgado. Como ya he dicho, los empresarios solo piensan en conseguir ingresos inmediatos y con garantías de éxito.

-Bah...qué asco da todo.

-La humanidad siempre ha dado asco. Es cuestión de acostumbrarse al olor a mierda. Me gusta compararlo con alguien que vive al lado de un procesador de basura: al principio no soporta el olor, le dan arcadas, pero al cabo de tres días ya ni lo huele.

Kreta estalló en carcajadas y a partir de ahí sintió cómo si su estómago tuviera un resorte que evitaba que parara de reír.

-¡Ay, ay! ¡Que me muero! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

-Eso suele ser la reacción de muchas después de echarles un polvo.

-¡Basta! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Basta!

-¿Ves? Esto también me lo suelen gritar mucho.

La niña le dio una puntada de pie en la pantorrilla y sintió que por momentos le faltaba el aire por culpa de aquél ataque de risa. Unos lagrimones empezaron a escurrirse por sus mejillas, mezclándose con la humedad del llanto que las había regado 20 minutos antes. Entre risitas ya no tan histéricas, adoptó la posición de cuchara contra el compacto y robusto cuerpo del traductor y empezó a acariciarle el pecho. En otras circunstancias Líon se habría apartado, pero en aquellos momentos no tenía ganas de arrasar aquella atmósfera de felicidad que se había instalado en la habitación.

-Líon. ¿Me encuentras atractiva?

-Sí - respondió escuetamente.

-A mí me encantas.

-Lo sé. Gracias.

Kreta volvió a soltar una luminosa risotada.

-¡Pero cómo puedes ser tan soberbio! “Lo sé, gracias” - le imitó, con voz grave – Si yo fuera tu novia te bajaría esos humos bien rápido. Yo también tengo mucho éxito, entre los chicos. Y entre algunas chicas.

-Kreta...¿Por qué quieres huír de tu casa?

El rostro de ella se ensombreció, como si su firmamento interior se hubiera cubierto de nubes que amenazaban tormenta.

-Si me cuentas algunas cosas de tu vida íntima, yo te contaré cosas sobre la mía. Sino, no pienso contarte nada.

-Hoy por mí, mañana por tí. ¿Eh? Bonita filosofía.

Kreta desvió los ojos y su mirada se quedó fija en el vacío.

-Cuando era muy pequeña mis padres se divorciaron, y desde entonces, he estado viviendo con mi padre – Kreta apartó la mano del pecho de Líon, y se volvió a tumbar boca arriba, su mirada fija en las estrellas – Llevo 8 años sin apenas verle. Siempre está de viaje y yo me quedo en casa con mi hermana mayor, que se pasa el día saliendo con novios varios. Por eso cada vez que puedo, y eso ocurre pocas veces, acompaño a mi padre en sus viajes a Palaus. En definitiva, casi siempre he estado sola. Me hago la comida, la cena, el desayuno, la colada, voy al colegio, ; todo lo hago sola.

-El dinero no lo es todo. ¿Verdad?

-Mi padre es un buen hombre, nunca me ha tratado mal ni me ha negado nada. Pero estoy cansada de estar siempre sola, esto es todo. ¿Crees que es agoísta por mi parte?

Líon suspiró, profundamente, como queriendo llenar la habitación con su propio aliento.

-A mi edad ya no necesito compañía estable, pero estar solo es muy duro, y a tu edad es mucho peor. La frontera entre el egoísmo y la necesidad es muy fina, y a veces ni se distingue.

Kreta se puso de lado, mirando directamente el rostro pétreo de Líon, con una mano posada en su mejilla.

-¿No te gusta la compañía?

-Si no me gustara no sería traductor. ¿No crees? - sonrió, devolviéndole una cálida sonrisa.

-Pero prefieres estar solo.

-No es que lo prefiera, es que lo necesito. Viene a ser como la necesidad de respirar, beber o comer. Cuando uno se siente a gusto en su propia soledad, se da cuenta que puede ser uno mismo. No hacen falta máscaras ni promesas vacías. Una vez te sientes en paz contigo mismo, eres capaz de ser más abierto con los demás. No sé si me explico...es complicado.

Kreta le dio otra calada a la Kishka y soltó el humo por la nariz, sin dejar de observarle, fascinada.

-Vamos, que no quieres comprometerte con nadie.

-Exacto.

-Eso es un poco egoísta.

-Lo sé – se encogió de hombros, abriendo su sonrisa y, de repente, pareció que una idea se había cruzado en su camino. Los ojos le brillaron como relámpagos – Oye, ¿Quieres que te haga una trenza? Me encanta tu pelo.

-¿E...eh? - aquello la pilló por sorpresa.

Líon sonrió, divertido.

-No pienses cosas raras. Simplemente  me encantan los cabellos de mujer. A mi madre y a mis primas les hacía siempre las trenzas. Y a todas las demás que se dejan, también.

-Estás como una cabra – dijo, algo sonrojada, desviando su mirada hacia un lado. El poder de la presencia de Líon, en aquellos momentos, era casi insoportable – Yo...no estoy acostumbrada a esas cosas.

-A eso no, pero sí que sabes restregar pollas con el pie o con el culo, entre otras cosas – la miró con el ceño fruncido, simulando estar enfadado.

-¡No! ¡Eso es distinto! - hizo un puchero con los labios - ¡Pero qué malo eres!

Él siempre había pensado que hacerle unas trenzas a una chica le ayudaba a conciliar tres sentimientos que, en su interior, se encontraban más arraigados que un bosque repleto de raíces que contaban sus años por milenios. Entraba en un nirvana que cantaba, con profundos y dulces tantras, una oda hacia su gran pasión: las mujeres.
Líon se había colocado tras la chica y, con gran concentración y dedicación, había empezado a trenzar sus largos y dorados cabellos como si se tratara de una obra de arte. Kreta empezó a soltar cortos y casi imperceptibles gemidos.

-¿A tu padre le gusta la historia Antigua de Origen?

-Ti...tiene muchos libros de esto – masculló, arrastando las palabras – Pero a mí no me interesan, prefería leer otras cosas. M...me encanta...tus manos son...aah.

-Creta fue una de las primeras grandes civilizaciones que existieron – seguía tejiendo aquellos sedosos cabellos mientras hablaba – Una pequeña isla con palacios repletos de colores: pinturas de delfines, bailarines y damas engalanadas. Un pueblo sin murallas, pues no las necesitaban. Un crisol de culturas se arremolinaba en sus calles que besaban un mar que tuvo muchos nombres. Aquella cultura desapareció de la noche a la mañana, sin que aún hoy se conozcan los motivos.

-Qué final tan triste...

-Su final fue repentino y en certa medida injusto. Pero sus ecos aún se escuchan a través del espacio y del tiempo. ¡A través de tantos años luz!

Unas risitas, hombros moviéndose.

-¡Qué filosófico estás! ¿Tanto te inspiran mis cabellos?

-Por supuesto. Pero más que inspirarme, me concentran, me transportan a otros tiempos y a otros lugares – seguía tejiendo y tejiendo - ¿Sabes? Tu padre te quiere mucho. Estoy convencido.

-¿Por qué lo dices? - su cuerpo pareció paralizarse, como si hubiera pactado una tregua con el tiempo. Su voz, sombría.

-Si te odiara, te hubiera puesto Roma o Gran Bretaña.

-¿Cómo?

-Nada, estoy pensando en voz alta.

Dos minutos más y terminó de tejer aquella larga trenza. Kreta, observándose en el espejo, se puso a acariciársela con esa felicidad e ilusión incondicional de los niños.

-¡Es una maravilla! - se puso a bailar y a moverse en círculos para hacer que la trenza se moviera libremente alrededor de su cuerpo.

-¡La octava maravilla del mundo!

-¡Siiii! ¡Gracias, cielo!

-No, gracias a tí por salvarme.

Como si se tratara de una mujer con poderes sobrehumanos, Kreta cubrió una distancia de tres metros con un solo salto dirigido hacia el cuerpo del traductor. Se colgó sobre su cuello, entre felices risas. Él también sonrió, abrazándola con fuerza para que no cayera. Y, de repente, unos cómplices y aliados labios atrayéndose, sin que ninguno de los dos fuera consciente de tal acción.
El solo roce de unos labios, una caricia, una erección. Un solo instante es capaz de quemar, hasta las mismas cenizas, millones de reglas, leyes y mandamientos.
Instintos primigenios, primordiales, prehistóricos y salvajes. Nada ni nadie puede detener su paso. Ni siquiera Gengis Khan fue tan eficiente ni tan brutal a la hora de arrasar y saquearlo todo hasta que no quedaba ni un triste cimiento, ni siquiera el eco de un recuerdo.

Así era cómo Líon veía la pasión, el sexo y la atracción. Y de esta forma tan repentina y tan irremediable había llegado aquel largo y tendido beso entre él y Kreta.

-”Iniciando aproximación hacia el destino”.

Y el beso se detuvo, sus labios se separaron, la gélida nieve volvió a cubrir su alma.

Líon no se detuvo ni por remordimientos ni porque, repentinamente, como por arte de magia, se hubiera convertido en un Cristo resucitado, en un santo varón, en un asceta fanático que solamente usa la picha para mear. No, en la vida real las cosas no funcionan así. Solamente los enfermos mentales y los drogadictos cambian de personalidad de la noche a la mañana. Simplemente fue capaz de discernir entre lo evitable y lo inevitable. Y él sabía que lo inevitable era que aquella niña tenía que volver a su casa fuera como fuese. ¿Razonable? No, llamémosle realismo con una buena porción de escapismo.

De hecho, en el fondo, ya lo tenía planeado. Sí, estaba escrito.

-Me marcho, Kreta. Es posible que jamás volvamos a vernos. Debes marcharte con tu familia, con tus amigos. Por favor, sé feliz.

-¿E...eh? - le miró sorprendida. No hacía ni cinco segundos aún se estaban besando y sus mejillas aparecían ardiendo, resplandecientes, como dos nebulosas de color sangre.

-Ya me has oído. Odio las despedidas. Adiós.

Con largas zancadas el corpulento traductor salió de la habitación dirigiéndose hacia la sala de mandos. Dió orden a la nave para que preparara una cápsula de emergencia que él usaría para entrar en la nave de su amigo, un enorme carguero con forma piramidal de un color gris oscuro y monótono, que ya solamente se hallaba a 500 kilómetros de distancia. Mientras programaba el piloto automático que llevaría a Kreta de vuelva a casa, la niña se interpuso entre los mandos y él, hecha una furia.

-¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Qué cojones te he hecho yo?! - estaba al borde de las lágrimas, gritando sin ninguna contemplación - ¡Me voy contigo! ¡No pienso volver!

-Si no te quitas de en medio, voy a tener que hacer algo que no me gusta. No me lo pongas más difícil – por primera vez en su vida, se vio incapaz de mirar directamente a los ojos a una persona. Sentía como su estómago se encogía y como le venían unas ganas de vomitar muy alarmantes. Aquello era también la primera vez que le sucedía – No puedo realizar esta operación con mi sinapsis. Necesito los mandos. Apártate.

-¡Yo creía que eras distinto! - cataratas de lágrimas, unas lágrimas que llevaban el brillo de una inocencia traicionada, apuñalada - ¡Me usas, te aprovechas de mí y luego me dejas tirada! ¡Te odio! ¡Te odio!

Algo dentro del alma de Líon se quebró en trillones de pedazos que se introdujeron en sus venas, llenando todos sus órganos internos y, como si una irracional fuerza de la naturaleza se hubiera apoderado de él, con la mano extenida le propinó un rápido y seco golpe en la nuca a la chica, dejándola inconsciente al instante.

-Lo siento – murmuró entre dientes, mientras se la llevaba en brazos a la habitación.

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