La ética y la moral, como ocurre con
todas las cosas, tienen muchas caras distintas. Las dos más
conocidas quizá son las más radicalmente opuestas: la luz y el día,
el ying y el yang. Las leyes las escriben unos pocos, la ética y la
moral son dos formas excelentes para mantener una población mansa,
bajo control. Sin embargo, el hombre en ausencia de esas escrituras,
de esas concepciones, ya de por sí malvado e hijo de puta por
naturaleza, se vuelve monstruoso, en un ser sin piedad. La necesidad
de supervivencia y el ansia de poder, así se resume la ética y la
moral, si queremos simplificar.
Y Líon, en aquellos momentos, no tenía
ni necesidad de supervivencia, ni ansia de poder. Un hombre que lo ha
perdido todo, esas concepciones se las pasa por el forro. Las leyes,
las creencias y la moralidad no le dan de comer, no le llenan el
corazón ni el alma, no le dan un futuro. Tampoco tiene nada que
proteger, ni puede construir su vida alrededor de nada. Cierto, Líon
tenía un trabajo y mucho mejor pagado que todo lo que había hecho
antes, pero...¿Y el precio que había pagado a cambio? ¿Qué había
sido de su dignidad, de su mundo, de sus seres queridos?
Aquella nave era su gran prisión,
salvación sí, pero prisión al fin y al cabo. Una prisión repleta
de lujos y de grandes manjares. Se sentía como un príncipe al qué
han confinado en un majestuoso y exuberante castillo para siempre.
Por eso cuando Armaud le presentó a
aquél magnate gordo, con más parecido a un cerdo que al cerdo en
sí, y éste le ofreció trabajar con una vieja conocida en Skiorda
(un país del lejano norte) aceptó sin casi pensárselo. Y aquella
vieja conocida era Yu Zhan.
-Aquí estamos todos en el mismo barco.
Somos forajidos, apestados, no nos quiere nadie. ¡Todo son celos!
Apestamos a dinero, eso es todo. No soportan que seamos capaces de
hacernos ricos fuera de su podrido sistema.
Líon y Budán (el magnate acerdado) se
hallaban en unos inmensos baños termales rodeados por jardines y
pájaros exóticos. Una suave música de arpa acompaña el ambiente
de relajación que se respiraba, ambos postrados y desnudos, en la
orilla de uno de los baños, el agua casi hirviendo bañando sus
cuerpos. La barriga de Budán sobresalía del agua como un inmenso y
monstruoso animal que aparece de repente en un lago encantado. Aquel
planeta de carne fofa tenía vida propia: cada vez que reía, toda
aquella masa de grasa bailaba y vibraba cubierta de sudor.
A Líon casi le entraron arcadas. ¿Por
que todos los magnates y grandes comerciantes, tarde o temprano, se
convierten en marranos? ¿Demasiada comida, poco ejercicio quizá? Él
entendía que una persona así pudiera estar obesa, pero que se
convirtieran en cerdos pocilgueros ya era otra cosa. Quizá era el
precio que tenían que pagar por tener demasiado dinero. Debía
existir una bruja que los convertía en cerdos, en una maldición,
como en un cuento de hadas.
Lo único que pedía era no convertirse
en algo así, jamás. Y si aquello alguna vez pasara, prefería que
lo llevaran al matadero e hicieran embutidos y jamones con él, que
pasearse con aquellas pintas delante de todo el mundo.
-En esta operación ganamos todos,
señor Líon, todos – mientras hablaba, el señor Cerdo pidió una
copa de vino tinto a un criado – Yo soy un hombre de negocios,
usted un gran traductor, Armaud un músico excelente y Gandam siente
deseos de extender sus tentáculos por el Planeta. Ya se está
cansando de confiar todo su trillonario negocio en esta hedionda
nave. Ya sabe que es muy arriesgado jugárselo todo a una carta. Los
tentáculos están para eso, para extenderse y recoger frutos de por
todo. Porque si te cortan uno de ellos, y solamente tienes uno...¿Qué
haces?
-Todo esto es muy encomiable, señor
Cerd... -carraspeó – señor Budán. Ahora me gustaría conocer los
detalles.
-¡Así me gusta! Es usted un hombre de
acción, ¿Eh?
Líon se encogió de hombros y se
encendío un cigarrillo de Kishka que un criado le proporcionó.
-Yu Zhan lleva un tiempo considerable
trabajando para nosotros. Le seré claro. Hasta hace poco tiempo,
teníamos el monopolio de venta de sinapsis especializadas en todo
Palaus. Y se preguntará...¿Por qué no teníamos competencia?
Aquí es conveniente explicar, de forma
breve y concisa, qué son las sinapsis especializadas. Normalmente,
cualquier persona con una pequeña suma de dinero, puede hacer que se
le injerte una sinapsis artificial en su cerebro, que le permite usar
la telepatía con otra gente, usarlo de forma lúdica (juegos online,
por ejemplo), realizar algunos negocios y poco más. Luego están las
sinapsis especializadas, como la que tenía Líon, que permiten
conectarse con infinidad de máquinas de tecnología punta. Por
ejemplo, pueden conectarse con la sinapsis de una nave para
manejarla, guardar documentos secretos encriptados, conectarse con
casas enteras, manipular el cerebro de según qué personas
y...usarlas para el arte de la guerra. Y el negocio de la guerra,
queridos lectores, es el que más dinero mueve, el más provechoso.
Y, además, es una apuesta segura: siempre ha habido, hay y habrá
guerra.
-El gobierno se llevaba un buen pico, a
cambio de no meter las narices en sus asuntos.
-¡Muy bien! Muy agudo, señor Líon.
Usted encajará bien en este negocio.
-No hace falta ser un genio para llegar
a esa conclusión. Por favor, continúe.
Budán, que había posado su copa de
vino sobre su barriga a modo de mesa, la agarró con sus manos como
salsichas, y bebió un buen sorbo.
-Aaagg...¡Pero qué se han creído
esos malditos lacayos! ¿Se creen acaso que no sé distinguir entre
un Maragnon gran reserva, y un Pirugnon aromatizado? ¡Ellos saben
perfectamente que el Pirugnon me da ardor de estómago! ¡Había
pedido un Maragnon gran reserva, desgraciados! - gritó, con aquella
desagradable y porcina voz. Un criado se presentó ahí como una
centella, y se disculpó entre grandes aspavientos. Budán le lanzó
la copa de vino a la cabeza que el criado esquivó gracias a unos
buenos reflejos – Luego hablaré con tu superior, rata de mierda.
Bien...¿Por dónde íbamos?
Líon hizo un gran esfuerzo para no
sucumbir al deseo de meterle un puñetazo en aquella jeta abombada,
de grasa colgante. Pero los negocios eran los negocios.
-Le pedí que, por favor, continuara
señor Budán.
-¡Oh, cierto! - se acarició la papada
– Como le decía, antaño teníamos la exclusiva de todas las
sinapsis especializadas en Palaus. Los kórmicos llevábamos mucho
tiempo metidos en esto, con el beneplácito del gobierno (Líon,
desde que habían empezado a hablar, ya sabía que Budán era de
Korma...aquél fuerte acento era inconfundible). El problema ha
llegado con la irrupción de comerciantes asiran en Palaus y Maren,
antaño enemistados, como usted ya sabrá. Esto les ha obligado a
pactar un acuerdo comercial con unos aranceles que, para nosotros,
son insultantes. Medidas proteccionistas, y con eso creen que van a
blindar el comercio para sus propias ganancias...¡Imbéciles! Y
luego están las malditas filtraciones...
Suspiró, durante una pausa dramática.
-Sorpréndame – espetó Líon, con su
mirada clavada al techo, dándole una larga calada al cigarrillo.
-Se ha filtrado que varios comerciantes
nuestros, que estaban bajo nuestra protección, se han saltado el
pacto comercial con Palaus a la torera, y han llegado a acuerdos
comerciales con mercaderes Asiran – se dio una fuerte palmada a su
propia barriga - ¡Malditos irresponsables! Aún estamos buscando a
quién se le fue de la lengua. O se trata de un topo, o de un idiota.
No descartamos nada. El caso es qué ahora ambos gobiernos, el de
Palaus y Maren, han decidido llevar el negocio de sinapsis
conjuntamente. Y están presionando a la Comunidad Internacional para
que cese “la mafia de Sinapsis” porque, según ellos, es
peligrosa para la población mundial. ¡Malditos hipócritas!
-Resumiendo. Que os habéis tenido que
ir por patas de Palaus y ahora queréis estableceros en otros lugares
sin leyes tan restrictivas para el comercio.
-O en un país lo suficientemente
desesperado como para querer obtener sinapsis especializadas a casi
cualquier precio.
-Un país en estado de guerra, y fuera
de la Comunidad Internacional.
-Exactamente – sonrió, satisfecho –
Yu Zhan acaba de establecerse en Skiorda, sin hacer ruido. Estas
cosas hay que hacerlas poco a poco, sin estridencias. Y se vé que en
usted confía bastante. Y ni qué decir tiene que confío en sus
palabras: sus éxitos en los negocios la preceden. ¡Tiene un olfato
para esto inaudito, impresionante!
-Venga, señor Budán, que yo no me
chupo el dedo – le miró, componiendo una sonrisa sarcástica –
Me tenéis cogido de los huevos porque yo ya me vi con Yu Zhan dos
meses atrás, y allí ya me ofreció un trabajo. Y de eso ya estaréis
bien enterados, al igual que el tema de mi huida de Palaus y de toda
esa puta historia con la hija del embajador que ha salido en todas
las noticias.
-¡Oh, no, se equivoca, señor Líon,
en algunas cosas que usted acaba de decir! - su tono de voz sonaba
sorprendido y algo indignado - ¡Por supuesto que nos hemos informado
sobre usted, y también sabíamos que usted conoce a nuestra amazona
del comercio! Pero de ahí a decir que le tenemos cogido de los
huevos... - dio un sorbo a su copa de Maragnon – Puede decidir
quedarse en este vertedero, si lo prefiere. Aquí tiene un trabajo
muy bien pagado. Como ya le dije, aquí todos somos forajidos,
apestados, no nos quiere nadie.
-Y mi única opción para salir de
aquí, es hacer negocios con vosotros.
-¡Exactamente!
Líon se sentó en el borde del baño,
enroscándose la toalla alrededor de su cintura, y observó al Cerdo
desde arriba, con rostro pétreo, inescrutable.
-A eso me refería con qué me tenéis
cogido de los huevos. Armaud ya os habrá contado mis desvelos, mis
problemas y mis desilusiones, y sabréis mejor que yo que mi único
deseo es salir de esa puta prisión de metal. Me da igual con quién,
y cómo y con qué negocio turbio, corrupto y salpicado por mafias,
guerras y sobornos. Todo esto ya es para mí lo de menos.
-¿Es esto un sí, entonces? - Budán
se sentó junto a él, posando su inabarcable y apestoso culo sobre
las baldosas y extendió la mano hacia el traductor, con una sonrisa.
-Le echaré un vistazo al contrato,
pero vaya, no tengo otras opciones. Así que, realmente, perderé la
poca dignidad que tengo y le voy a dar la mano. Consíderelo como un
acuerdo informal, señor Budán – le apretó la mano, agarrándosela
con tal fuerza que el Cerdo hizo una leve mueca de dolor - ¡Uy! ¡Lo
siento! Soy incapaz de controlar mi fuerza.
-Jeje... - se limpió el sudor con una
toalla- Ya lo veo, ya.
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