Friday, February 1, 2013

Capítulo 7: Cerdísimo


La ética y la moral, como ocurre con todas las cosas, tienen muchas caras distintas. Las dos más conocidas quizá son las más radicalmente opuestas: la luz y el día, el ying y el yang. Las leyes las escriben unos pocos, la ética y la moral son dos formas excelentes para mantener una población mansa, bajo control. Sin embargo, el hombre en ausencia de esas escrituras, de esas concepciones, ya de por sí malvado e hijo de puta por naturaleza, se vuelve monstruoso, en un ser sin piedad. La necesidad de supervivencia y el ansia de poder, así se resume la ética y la moral, si queremos simplificar.

Y Líon, en aquellos momentos, no tenía ni necesidad de supervivencia, ni ansia de poder. Un hombre que lo ha perdido todo, esas concepciones se las pasa por el forro. Las leyes, las creencias y la moralidad no le dan de comer, no le llenan el corazón ni el alma, no le dan un futuro. Tampoco tiene nada que proteger, ni puede construir su vida alrededor de nada. Cierto, Líon tenía un trabajo y mucho mejor pagado que todo lo que había hecho antes, pero...¿Y el precio que había pagado a cambio? ¿Qué había sido de su dignidad, de su mundo, de sus seres queridos?

Aquella nave era su gran prisión, salvación sí, pero prisión al fin y al cabo. Una prisión repleta de lujos y de grandes manjares. Se sentía como un príncipe al qué han confinado en un majestuoso y exuberante castillo para siempre.

Por eso cuando Armaud le presentó a aquél magnate gordo, con más parecido a un cerdo que al cerdo en sí, y éste le ofreció trabajar con una vieja conocida en Skiorda (un país del lejano norte) aceptó sin casi pensárselo. Y aquella vieja conocida era Yu Zhan.

-Aquí estamos todos en el mismo barco. Somos forajidos, apestados, no nos quiere nadie. ¡Todo son celos! Apestamos a dinero, eso es todo. No soportan que seamos capaces de hacernos ricos fuera de su podrido sistema.

Líon y Budán (el magnate acerdado) se hallaban en unos inmensos baños termales rodeados por jardines y pájaros exóticos. Una suave música de arpa acompaña el ambiente de relajación que se respiraba, ambos postrados y desnudos, en la orilla de uno de los baños, el agua casi hirviendo bañando sus cuerpos. La barriga de Budán sobresalía del agua como un inmenso y monstruoso animal que aparece de repente en un lago encantado. Aquel planeta de carne fofa tenía vida propia: cada vez que reía, toda aquella masa de grasa bailaba y vibraba cubierta de sudor.

A Líon casi le entraron arcadas. ¿Por que todos los magnates y grandes comerciantes, tarde o temprano, se convierten en marranos? ¿Demasiada comida, poco ejercicio quizá? Él entendía que una persona así pudiera estar obesa, pero que se convirtieran en cerdos pocilgueros ya era otra cosa. Quizá era el precio que tenían que pagar por tener demasiado dinero. Debía existir una bruja que los convertía en cerdos, en una maldición, como en un cuento de hadas.

Lo único que pedía era no convertirse en algo así, jamás. Y si aquello alguna vez pasara, prefería que lo llevaran al matadero e hicieran embutidos y jamones con él, que pasearse con aquellas pintas delante de todo el mundo.

-En esta operación ganamos todos, señor Líon, todos – mientras hablaba, el señor Cerdo pidió una copa de vino tinto a un criado – Yo soy un hombre de negocios, usted un gran traductor, Armaud un músico excelente y Gandam siente deseos de extender sus tentáculos por el Planeta. Ya se está cansando de confiar todo su trillonario negocio en esta hedionda nave. Ya sabe que es muy arriesgado jugárselo todo a una carta. Los tentáculos están para eso, para extenderse y recoger frutos de por todo. Porque si te cortan uno de ellos, y solamente tienes uno...¿Qué haces?

-Todo esto es muy encomiable, señor Cerd... -carraspeó – señor Budán. Ahora me gustaría conocer los detalles.

-¡Así me gusta! Es usted un hombre de acción, ¿Eh?

Líon se encogió de hombros y se encendío un cigarrillo de Kishka que un criado le proporcionó.

-Yu Zhan lleva un tiempo considerable trabajando para nosotros. Le seré claro. Hasta hace poco tiempo, teníamos el monopolio de venta de sinapsis especializadas en todo Palaus. Y se preguntará...¿Por qué no teníamos competencia?

Aquí es conveniente explicar, de forma breve y concisa, qué son las sinapsis especializadas. Normalmente, cualquier persona con una pequeña suma de dinero, puede hacer que se le injerte una sinapsis artificial en su cerebro, que le permite usar la telepatía con otra gente, usarlo de forma lúdica (juegos online, por ejemplo), realizar algunos negocios y poco más. Luego están las sinapsis especializadas, como la que tenía Líon, que permiten conectarse con infinidad de máquinas de tecnología punta. Por ejemplo, pueden conectarse con la sinapsis de una nave para manejarla, guardar documentos secretos encriptados, conectarse con casas enteras, manipular el cerebro de según qué personas y...usarlas para el arte de la guerra. Y el negocio de la guerra, queridos lectores, es el que más dinero mueve, el más provechoso. Y, además, es una apuesta segura: siempre ha habido, hay y habrá guerra.

-El gobierno se llevaba un buen pico, a cambio de no meter las narices en sus asuntos.

-¡Muy bien! Muy agudo, señor Líon. Usted encajará bien en este negocio.

-No hace falta ser un genio para llegar a esa conclusión. Por favor, continúe.

Budán, que había posado su copa de vino sobre su barriga a modo de mesa, la agarró con sus manos como salsichas, y bebió un buen sorbo.

-Aaagg...¡Pero qué se han creído esos malditos lacayos! ¿Se creen acaso que no sé distinguir entre un Maragnon gran reserva, y un Pirugnon aromatizado? ¡Ellos saben perfectamente que el Pirugnon me da ardor de estómago! ¡Había pedido un Maragnon gran reserva, desgraciados! - gritó, con aquella desagradable y porcina voz. Un criado se presentó ahí como una centella, y se disculpó entre grandes aspavientos. Budán le lanzó la copa de vino a la cabeza que el criado esquivó gracias a unos buenos reflejos – Luego hablaré con tu superior, rata de mierda. Bien...¿Por dónde íbamos?

Líon hizo un gran esfuerzo para no sucumbir al deseo de meterle un puñetazo en aquella jeta abombada, de grasa colgante. Pero los negocios eran los negocios.

-Le pedí que, por favor, continuara señor Budán.

-¡Oh, cierto! - se acarició la papada – Como le decía, antaño teníamos la exclusiva de todas las sinapsis especializadas en Palaus. Los kórmicos llevábamos mucho tiempo metidos en esto, con el beneplácito del gobierno (Líon, desde que habían empezado a hablar, ya sabía que Budán era de Korma...aquél fuerte acento era inconfundible). El problema ha llegado con la irrupción de comerciantes asiran en Palaus y Maren, antaño enemistados, como usted ya sabrá. Esto les ha obligado a pactar un acuerdo comercial con unos aranceles que, para nosotros, son insultantes. Medidas proteccionistas, y con eso creen que van a blindar el comercio para sus propias ganancias...¡Imbéciles! Y luego están las malditas filtraciones...

Suspiró, durante una pausa dramática.

-Sorpréndame – espetó Líon, con su mirada clavada al techo, dándole una larga calada al cigarrillo.

-Se ha filtrado que varios comerciantes nuestros, que estaban bajo nuestra protección, se han saltado el pacto comercial con Palaus a la torera, y han llegado a acuerdos comerciales con mercaderes Asiran – se dio una fuerte palmada a su propia barriga - ¡Malditos irresponsables! Aún estamos buscando a quién se le fue de la lengua. O se trata de un topo, o de un idiota. No descartamos nada. El caso es qué ahora ambos gobiernos, el de Palaus y Maren, han decidido llevar el negocio de sinapsis conjuntamente. Y están presionando a la Comunidad Internacional para que cese “la mafia de Sinapsis” porque, según ellos, es peligrosa para la población mundial. ¡Malditos hipócritas!

-Resumiendo. Que os habéis tenido que ir por patas de Palaus y ahora queréis estableceros en otros lugares sin leyes tan restrictivas para el comercio.

-O en un país lo suficientemente desesperado como para querer obtener sinapsis especializadas a casi cualquier precio.

-Un país en estado de guerra, y fuera de la Comunidad Internacional.

-Exactamente – sonrió, satisfecho – Yu Zhan acaba de establecerse en Skiorda, sin hacer ruido. Estas cosas hay que hacerlas poco a poco, sin estridencias. Y se vé que en usted confía bastante. Y ni qué decir tiene que confío en sus palabras: sus éxitos en los negocios la preceden. ¡Tiene un olfato para esto inaudito, impresionante!

-Venga, señor Budán, que yo no me chupo el dedo – le miró, componiendo una sonrisa sarcástica – Me tenéis cogido de los huevos porque yo ya me vi con Yu Zhan dos meses atrás, y allí ya me ofreció un trabajo. Y de eso ya estaréis bien enterados, al igual que el tema de mi huida de Palaus y de toda esa puta historia con la hija del embajador que ha salido en todas las noticias.

-¡Oh, no, se equivoca, señor Líon, en algunas cosas que usted acaba de decir! - su tono de voz sonaba sorprendido y algo indignado - ¡Por supuesto que nos hemos informado sobre usted, y también sabíamos que usted conoce a nuestra amazona del comercio! Pero de ahí a decir que le tenemos cogido de los huevos... - dio un sorbo a su copa de Maragnon – Puede decidir quedarse en este vertedero, si lo prefiere. Aquí tiene un trabajo muy bien pagado. Como ya le dije, aquí todos somos forajidos, apestados, no nos quiere nadie.

-Y mi única opción para salir de aquí, es hacer negocios con vosotros.

-¡Exactamente!

Líon se sentó en el borde del baño, enroscándose la toalla alrededor de su cintura, y observó al Cerdo desde arriba, con rostro pétreo, inescrutable.

-A eso me refería con qué me tenéis cogido de los huevos. Armaud ya os habrá contado mis desvelos, mis problemas y mis desilusiones, y sabréis mejor que yo que mi único deseo es salir de esa puta prisión de metal. Me da igual con quién, y cómo y con qué negocio turbio, corrupto y salpicado por mafias, guerras y sobornos. Todo esto ya es para mí lo de menos.

-¿Es esto un sí, entonces? - Budán se sentó junto a él, posando su inabarcable y apestoso culo sobre las baldosas y extendió la mano hacia el traductor, con una sonrisa.

-Le echaré un vistazo al contrato, pero vaya, no tengo otras opciones. Así que, realmente, perderé la poca dignidad que tengo y le voy a dar la mano. Consíderelo como un acuerdo informal, señor Budán – le apretó la mano, agarrándosela con tal fuerza que el Cerdo hizo una leve mueca de dolor - ¡Uy! ¡Lo siento! Soy incapaz de controlar mi fuerza.

-Jeje... - se limpió el sudor con una toalla- Ya lo veo, ya.

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